Muchas
 veces, el día a día nos impide ver que lo que somos hoy 
individualmente, pero también como sociedad, lo hemos construido en el 
pasado y que el futuro no será una deriva del presente, sino el 
resultado de lo que hoy construyamos.
Me sorprende leer que un grupo de expertos afirma que nuestra 
esperanza de vida seguirá creciendo, como si lo hiciera por ciencia 
infusa, independientemente de las medidas que se tomen, y que la 
población española disminuirá, como un fatalismo irremediable, 
independientemente de las medidas que se tomen.
Pues no, oiga, si nuestra esperanza de vida es de las más altas del 
mundo es porque entre todos lo hemos conseguido, no era así antes, y no 
lo será en el futuro si se siguen tomando decisiones que perjudican las 
expectativas de vida de la gente.
¿O es que no afecta nada en eso  que miles de pensionistas hoy no 
compren las medicinas que necesitan, sino las que se pueden pagar? 
Supongo que nadie se atreverá a contradecir que el acceso a los 
tratamientos adecuados mejora las expectativas de vida. O dicho al 
contrario, que la imposibilidad de acceso al tratamiento adecuado para 
nuestras dolencias empeora nuestras expectativas de vida.
Así que no, la cosa no funciona así, las políticas públicas también afectan a la esperanza de vida oiga ¡Y así con todo!
¿O es que las políticas y condiciones de vida de la población no 
afectan a la natalidad? ¿Y entonces cómo explican que la natalidad 
después de subir durante 10 años haya bajado un 13% desde que comenzó la
 crisis?
¿Es que no afectan para esto la calidad de vida, las expectativas de 
futuro y la política de conciliación de un país? Pues sí, ¡por supuesto 
que afectan!
Me ha sorprendido el determinismo que exhiben esas gentes, pero la 
cuestión es que me ha hecho reflexionar sobre algo que muchas veces 
pasamos por alto: que los logros que tenemos como sociedad, también los 
fracasos, son construidos poco a poco, y durante años.
Mucho esfuerzo individual y colectivo nos ha costado pasar a ser un 
país con un 40% de jóvenes con estudios universitarios, mucho mucho 
esfuerzo; sobre todo si recordamos que en 1978 el 25% de la población 
española era analfabeta funcional. Mucho esfuerzo de todos y todas, el 
llegar a convertirnos, a pesar de lo que algunos dicen, en el segundo 
país del mundo, detrás de Japón, que más ha mejorado sus resultados 
académicos en estos últimos 30 años. Y nos ha costado mucho esfuerzo, 
pero nos llena de más orgullo, que España sea el segundo país del mundo,
 el segundo, (detrás sólo de Finlandia) con más equidad en la educación 
¡Qué maravilla! ¿Verdad? El segundo país del mundo en equidad, el 
segundo país del mundo en el que tus resultados académicos, tu éxito 
escolar, no están determinados por tu clase social.
Si es que lo decimos poco, pero la hija de un campesino o pescador, 
digo bien la HIJA en 1978 tenía sólo un 15 % de posibilidades de tener 
el título de Bachillerato y ahora, hoy, las posibilidades de que la hija
 de un campesino o pescador, tenga ese título son del 60%. Está claro, 
no es suficiente, pero nuestro éxito como sociedad en la evolución es 
absoluto, y debemos saber que esto no ha sido un regalo divino, esto es 
fruto de las medidas que se han tomado, de mucho esfuerzo individual y 
colectivo…, la evolución no es algo natural, la evolución es el 
resultado de unas acciones.
¿Y saben qué pasa? Que todo esto también está en riesgo, como tantas 
otras cosas: que nos quieren aprobar una ley que machaca la escuela 
rural, que nos quieren aprobar una ley que permite la segregación de 
niños y niñas… pasa que los chicos y chicas con más dificultades serán 
abandonados a su suerte y pasa que están aniquilando nuestro sistema de 
becas.
Todo, todo puede desandarse, todo, si acaban como están intentando, 
con nuestro Estado de Bienestar; todo, nuestra esperanza de vida será 
menor si nos limitan el acceso a la sanidad y los medicamentos, nuestro 
índice de natalidad será más bajo, si cada vez se lo ponen más difícil a
 las familias, y sólo podrá triunfar académicamente quien pueda pagarlo,
 si acaban con las becas y las políticas de apoyo. Así que toca luchar; 
luchar ya no por seguir avanzando, sino para que no nos hagan 
retroceder.
Patricia Hernández es diputada socialista en el Congreso
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