Vaya semana. De ser una semana pensada para celebrar cincuenta años de democracia, contándolo a los más y menos jóvenes, hemos pasado solo a recordar lo que supuso conquistar libertades: pensar, trabajar, opinar, asociarse a sindicatos o partidos según la propia ideología.
Los llamados padres de la Constitución lo hicieron bien: cedieron, pactaron y dejaron escrita una Carta Magna que ha sido la garantía de haber llegado hasta aquí.
La monarquía marcó unas premisas claras: un Estado estructurado en tres poderes indisputables —monarquía, gobierno elegido por los ciudadanos incluso con apoyos diversos si fueran necesarios que saldrán del arco parlamentario y una justicia independiente—.
Los primeros gobiernos democráticos modernizaron España y dieron paso a la estructura de las autonomías, un acierto que permitió progresar a ciudades y pueblos.
Todo ha avanzado en muy poco tiempo: tecnologías, nuevas formas de convivencia, la integración de la mujer en todas las facetas de la vida. A pesar de los apoyos, ha descendido la natalidad, compensada parcialmente por la llegada de inmigrantes a quienes, en muchos casos, no estamos tratando con la justicia y la normalidad necesarias para su integración.
La incorporación de nuevos partidos, con ideologías diversas —algunas radicales—, ha fraccionado el Parlamento, generando alianzas poco naturales.
Las ideas progresistas se han impuesto a unas conservadoras incapaces de alcanzar confianzas suficientes para lograr mayorías.
Todo derivó de una moción de censura fruto de casos de corrupción, que dio paso a un cambio de gobierno que volvió a gobernar con alianzas y nos ha traído hasta estos momentos: cada día asistimos a dimes y diretes desde todas las ideologías, mayoritarias y minoritarias, incapaces de sentarse sosegadamente a dialogar y seguir la estela de quienes redactaron la ejemplar Constitución de 1978.
Empezó a torcerse con la pandemia. El país se paralizó. La coalición que aún gobierna tomó decisiones complejas; la oposición se opuso. El virus penetró en todos los países, costó la vida a miles de ciudadanos, los hospitales resultaron insuficientes, las mascarillas escaseaban.
Muchas empresas españolas se adaptaron día y noche; la petrerense Juan Poveda S.L. fabricó mascarillas con maquinaria propia y la concejala Juani Ochoa movilizó a muchas aparadoras de calzado para confeccionarlas manualmente. Desde China, el empresario de Petrer Javi Tora envió un importante suministro, todo gratis y solidario.
A nivel nacional, la gestión fue un desastre muchos aprovecharon la situación para inflar precios a través de comisionistas y empresas de dudosa existencia. Aún hoy siguen apareciendo demandas.
Los partidos políticos no han tenido tiempo de reorganizarse: en el conservador sustituyeron a su secretario general; los progresistas defienden su programa, sin tiempo para hacer autocriticas, la agenda política está provocando un choque constante de relatos entre ideologías enfrentadas.
Me considero socialdemócrata renovado. Durante muchos años milito en un partido progresista que renunció a mucho para lograr este modelo de convivencia.
A quienes llevamos mucho recorrido nos encasillan como “jarrones historicos”, cuya opinión y experiencia —dicen— es mejor no escuchar ni valorar aunque muchos estamos activos en asociaciones y núcleos que crean estado de opinión del momento y de futuro.
Pasado el tiempo, reconozco que la fórmula de las primarias para elegir líderes fue un error: por el camino se han quedado muchos compañeros bien formados y se cerró la puerta al talento independiente. De ello se han beneficiado los acompañantes de las candidaturas ganadoras en todos los partidos.
Hoy tenemos un problema: políticos y cargos públicos, tanto del gobierno como de la oposición, están siendo investigados por la justicia. Y la justicia es la garante del sistema que aprobamos en la Constitución.
La justicia podrá acertar o equivocarse, como todo en la vida, el tiempo lo dira, pero debemos respetarla y evitar su desprestigio con estrategias de duda o relatos interesados.
Estos cincuenta años de convivencia democrática debemos contarlos a nuestros jóvenes.
Costaron mucho sacrificio desde perspectivas muy distintas. Durante este tiempo se han salvado, gracias a la estructura del Estado, obstáculos que nos habrían llevado a un retroceso imperdonable.
Por ello debemos seguir respetando normas de convivencia intocables, como la monarquía aunque algunos partidos prefieran República y la justicia, hasta que la coalición elegida que gobierne, termine su mandato o, por circunstancias, se nos dé la oportunidad de volver a votar.
Entonces cada ciudadano recuperará su papel: elegir la ideología y las personas que quiera, para que durante cuatro años se examinen, gobiernen, pacten y dialoguen, cumpliendo su programa con transparencia y honradez.
Ese es el mandato que cada elector deposita con su voto, y ese es el compromiso que debemos exigir a quienes acceden a gobernar o estar en la oposición.
Pablo Carrillos Huertas

Pablo excelente resumen que espere ayude a las nuevas generaciones a entender la situacion de nuestro pais con sus pros y sus contras y que procuren conservar la Libertad alcanzada que a futuro estarà en peligro.
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