RBA, la empresa editora del semanario satírico El Jueves obliga a la revista a cambiar una portada en la que, con una 
viñeta del humorista Manel Fontdevila, 
mostraba al rey pasando al príncipe una corona llena de excrementos y moscas 
bajo el texto “El rey abdica”. Como consecuencia, la revista tiene que posponer 
su salida a los quioscos un día, retirar y destruir una edición completa, y 
reimprimir y redistribuir una edición nueva con la portada que estaba prevista 
antes de la noticia de la abdicación del rey. Además, la decisión, que se 
acompañaba de un veto expreso a mostrar contenidos relacionados con la familia 
real en la portada, ha provocado la renuncia de dos miembros del consejo 
editorial y de varios colaboradores, incluido el propio Manel Fontdevila.
El Jueves, según datos de OJD, tiene una tirada de unos 80.000 
ejemplares, y una difusión de alrededor de la mitad. Unas horas después de que 
el diario catalán Ara publicase la noticia, ésta pasó a la plataforma de agregación social Menéame, donde 
alcanzó rápidamente la portada y generó más de siete mil clics en tráfico hacia 
el periódico. Pero unas pocas horas más después, el publicista y presentador de televisión Risto Mejide publicó la 
portada en su cuenta de Twitter, con más 1.7 millones de seguidores. En el 
momento de escribir esta entrada, llevaba más de 1.900 retweets y casi 
700 favoritos.
Esa es la sociedad que muchos no terminan de entender: el siglo pasado, solo 
aquellos que tenían acceso a una imprenta o a una licencia de emisión podían 
aspirar a llegar a una audiencia. El control era sencillo, y la idea de censurar 
una publicación o un medio era plausible. En este siglo, un tweet de 
Risto Mejide o de muchos otros tiene muchísimo más alcance que cualquier diario 
en papel, y la idea de evitar que una información circule resulta sencillamente 
ridícula. De hecho, el hecho de prohibirla es precisamente lo que dispara su 
viralidad, el interés por acceder a ella, en el mejor ejemplo de ese “efecto 
Streisand” que hace ya muchos años que tiene entrada propia en Wikipedia y 
que se estudia en todas partes.
La jugada de RBA ha sido genial: no es posible saber si la decisión de la 
retirada de la publicación se debió a presiones de la Casa Real o simplemente a 
un caso de autocensura de la propia editorial, pero han conseguido no solo 
perjudicar notablemente su propia publicación, sino además, una difusión 
espectacular de aquello que pretendían que no fuese mostrado. El mejor ejemplo 
de una decisión ESTÚPIDA, en mayúsculas y con todas las letras.
En el siglo en que vivimos, la idea de que lo que no sale en los periódicos, 
en las revistas, en las radio o en las televisiones no existe es sencillamente 
digno de ignorantes, de personas desactualizadas. Pretender que vas a obtener un 
entorno informativo más benigno por sobornar o presionar a los medios es, 
sencillamente, una estupidez inviable. Y censurar a todos los que podemos 
publicar, obviamente, también lo es.
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