Francisco Máñez Iniesta
Conociendo más la historia de la vida y de nuestras fiestas.
Las cantineras
Sabido es que... ”El hombre fue creado cuando la naturaleza se hallaba todavía en su aprendizaje: la mujer, en cambio, cuando la naturaleza era una hábil maestra en su arte”. La mujer, a lo largo de los siglos y lo queramos o no admitir, ha estado supeditada a los diversos “estados” del hombre, hasta límites, en algunos casos, insospechados.
Había sus lógicas excepciones, pero por unas u otras razones, cuentos o historietas más o menos verosímiles, la mujer ha sido siempre y salvo honrosas excepciones que confirman la regla, un cero a la izquierda del hombre y lo que es peor, a la izquierda de la historia. No ha sido hasta el Siglo XX, cuando la mujer ha empezado a ocupar el puesto que la historia siempre le reservó, pero que el hombre, las más de las veces, le había negado. Sin embargo, siempre ha habido señoras que supieron ponerse la Norma legal por montera, y alcanzar la dignidad que merecían por derecho propio. Claro ejemplo de lo dicho es la impresionante figura de la Reina Isabel “La Católica”, figura que está por descubrir.
Otro buen ejemplo, ejemplarísimo diría yo, de aquellas señoritas que plantaron una pica en Flandes, lo tenemos en nuestra Comparsa de Marruecos de Villena, en la figura de la Cantinera Festera, pero que antes lo fue militar. Y no solo en nuestra Comparsa de Marruecos. Otras muchas Comparsas de otros muchos pueblos, también las tuvieron en sus filas, como por ejemplo en Sax, Bocairente, Petrel o Biar.
La pregunta clave que todos nos hacemos, es la siguiente: ¿Qué pinta la figura militar de la Cantinera, en unas Fiestas de Moros y Cristianos?. Desde el punto de vista Histórico-Festero, lo es todo. La Cantinera militar es asimilada por las Fiestas de Moros y Cristianos en el Siglo XIX. ¿Y por qué?. Durante el Siglo XIX, las Comparsas copiaron al estamento militar español, hasta la saciedad: dianas, retretas, Escuadra y Cabos de Gastadores, Bandas Militares, mochilas, delantales, picos y cientos de cosas más, y entre ellas, a la Cantinera. Desde el punto de vista del purista salva patrias, estas señoritas no pintan nada en unas Fiestas de Moros y Cristianos.
Pues sí señor, desde mi modesto punto de vista que puede valer lo del que menos, las Cantineras lo son todo dentro de los Moros y Cristianos, ya que son la esencia de las Fiestas de Moros y Cristianos de otros tiempos, mantenida viva. Aquellas Comparsas que las lucieron y saben apreciar su valor, ennoblecen su historia que es cultura.
El fin de esta investigación es doble, ya que además de ir recuperando y redescubriendo nuestra historia, la historia de nuestra Comparsa del Bando Marroquí, a la vez es un homenaje que hacemos a las sufridas señoras que lucharon para que sus derechos fueran reconocidos. Si hoy la mujer es lo que es, en gran parte se lo deben a aquellas eruditas y entre ellas, desde su modestísima contribución, a la figura militar de las Cantineras. Intentemos comprender en toda su extensión, cuál fue el contexto en que nacieron las Cantineras Militares, se desarrollaron y fueron asimiladas por las Fiestas de Moros y Cristianos, y dentro de ellas, por la Comparsa de Marruecos de Villena. Como siempre digo, esta es una investigación marroquí villenense, pero su aplicación es perfectamente válida para todas aquellas Comparsas viejas que en el pasado las tuvieron, de Villena o fuera de ella, ya que su origen, el nexo de unión y en éste caso, entre el pasado y el presente, es común a todas: el Ejército Español.
1. LAS CANTINERAS MILITARES. ORIGEN Y EVOLUCION.
Los antiguos de la Comparsa y cuando digo antiguos, me refiero a todos aquellos que se fueron hace ya casi una docena de décadas, dejaron dicho que a finales del XIX y principios del XX, en la Comparsa de Marruecos hubieron Cantineras. Lo cierto es que no nos haría falta remontarnos a nuestros antiguos para saberlo, ya que algunos de nuestros mayores de hoy que rondan o sobrepasan los 90, en su niñez las conocieron. Todo ello es corroborado por dos antiquísimas fotografías de l890, que hoy lucimos en nuestro museo, felizmente reinaugurado. Demostrada su existencia en la Comparsa, pasemos a estudiar a las Cantineras Militares, que son el origen y punto de arranque que con el tiempo, desembocará en el mundo festero.
Cantinera, según la Espasa, es; “La mujer que tiene por oficio servir licores y bebidas a las tropas, hasta en operaciones de guerra. La mujer que tiene a su cargo un bar”. Mas particularmente, es “la que en Campaña sigue a una fracción de las tropas, dedicándose a vender a oficiales y tropas, los efectos propios de las Cantineras (bebidas, comestibles, papel, hilo, tabaco, etc.). Además, en guerra ha prestado un excelente servicio y dado muestras de rara abnegación y desprecio a la vida, socorriendo a heridos y enfermos. La vestimenta, por lo tradicional, es la misma que lleva el soldado, con pantalón, falda corta, guerrera, polaina y gorro cuartelero”. Almirante, en su impresionante “Diccionario Militar” de l869, la define como “En general, toda mujer que sigue a la tropa, con oficio o pretexto, de vender bebidas o comestibles”.
Los orígenes más remotos en que las mujeres actuaron con la Milicia o lo que es lo mismo, los orígenes más ancestrales de las Cantineras, aparecen en la mitología germana. Los Guerreros caídos en combate, iban a un marcial paraíso llamado “Walhalla”, donde los héroes, eternamente jóvenes, cazarán y combatirán todo el día, y por la noche, unas hermosas mujeres llamadas Valkirias, les escanciarán el hidromiel celeste (licor alcohólico), en los cráneos de sus enemigos. Por cierto, esas Valkirias, inspirarían y darían lugar a la famosa e impresionante composición musical de Wagner, titulada “La cabalgada de las Valkirias”.
Todo Ejército, de cualquier época o país, sobre todo los de la antigüedad, han sido acompañados por una retaguardia civil sumada a la militarmente propia, que intentaba cubrir, de forma oficial o extraoficial, las necesidades de toda índole de las tropas: alimentos, bebidas, afecto, compañía, cura, sanidad, religiosos y mil cosas más. Ahí radica la filosofía y el fundamento de Cantineras, Valkirias y demás: proporcionar al militar lo estrictamente oficial y todo aquello extraoficial, que lo militar no podía, no sabía o no quería ofrecer a las tropas. Esa es la clave por donde hay que ver y comprender a estas particulares señoritas. En el XVI, según fuese la nacionalidad de los Ejércitos, estos tenían unas costumbres más o menos legales, permitidas o bien vistas. Detrás de los combatientes propiamente dichos, venía lo que en su época se denominaba “El tren del Ejército”. Además de las lógicas funciones logísticas que le eran propias, con la impedimenta y todo tipo de material militar, en el tren se prodigaban una legión de ladrones, comerciantes, delincuentes, cuentacuentos, trotamundos, vagos, maleantes, huérfanos, curas, desertores y como no, mujeres de todas las clases y condiciones.
Entre estas podemos destacar a las que vivían de sus negocios, novias y amantes de soldados, y como no podía ser de otra forma, señoras que se facilitaban por dinero. Hablando en plata: putas a diestro y siniestro. Nombres de estas últimas evocan otras épocas: barraganas, coimas, quiacas, soldaderas, izas, rebinas y copilotaras, por citar solo algunos de los ejemplos que me vienen a la cabeza.
Los famosos Tercios Españoles, temidos y envidiados, de cuya justa y merecidísima fama han hablado, sobre todo, sus más enconados enemigos (nosotros ya nos encargamos de denigrarlos), tenían su propio “Tren”, no muy diferente al de otros Ejércitos. En el mismo y por resaltar a dos de sus más claras representantes femeninas, tenemos a las Cantineras y prostitutas. Sobre las prostitutas les propongo, aunque nos apartemos ligeramente de nuestro estudio, un ejemplo de lo más esclarecedor, porque creo que merece la pena comentarlo.
En la famosa Biblia de los Tercios, el “Discurso sobre la forma de reducir la disciplina militar a mejor y antiguo estado”, escrito por el Maestre de Campo Sancho de Londoño, a propuesta del mismísimo Duque el Alba, vienen unas líneas que no tienen desperdicio y que cito textualmente: “Y porque no conviene ser casados, hombres que han de seguir las banderas, a dondequiera que por tierra, o por mar fueren: por cuidar los inconvenientes que se podría recrecer,
DEBESE PERMITIR QUE HAYA AL MENOS OCHO MUJERES POR CIEN SOLDADOS, que pues las repúblicas bien ordenadas permiten tal género de gente por excusar mayores daños, en ninguna república es tan necesario permitirle, como entre hombres libres robustos, que en los pueblos ofenderían a los moradores, procurando sus mujeres, hijas y hermanas, y en campaña sería más peligrosa no tenerlas, PERO DEBEN SER COMUNES, y no menos del número dicho: porque se infectarían de ellas los soldados, para no permitir las tales infectadas, deberían haber persona que tuviese cuenta de ellas, y especial cuidado de hacerlas visitar a menudo”.
En otras palabras, se admitían legalmente las prostitutas, concretando en ocho mujeres por cada cien soldados, aunque eso sí, “comunes”. Por la cuenta de la vieja y teniendo en cuenta solamente, a los cuatro Tercios Viejos, los de Nápoles, Sicilia, Cerdeña y Lombardía, a unos 2000 soldados por Tercio, nos da la cifra de 640 prostitutas legales, solamente para los Tercios antes comentados. Señoras y señores, admiren lo progresista de un Reglamento Militar ¡¡¡¡del Siglo XVI||||. La filosofía que estas frases encierran, es impresionante.
Pero sigamos con nuestro estudio. Eran épocas donde los huérfanos se podían contar por miles y es de ahí, de donde salían la mayor parte de las futuras Cantineras. Por lo general, eran niñas huérfanas de soldados veteranos o que el Ejército encontraba en su marcha. La unidad militar que las encontraba, las adoptaba y con el tiempo, acababan siendo Cantineras. Los niños en su misma situación, pasaban como educandos a la unidad de Música, de ahí que los pífanos y tambores de cientos de unidades militares, de España y fuera de ella, estuviesen casi siempre diestramente manejados por niños de corta edad. No es una casualidad, que decenas de cuadros y pinturas de la época, los retraten. En el Siglo XVI, ya era muy común la figura de la Cantinera, también llamada Vivandera.
El Padre Bañó, gran erudito y antecesor nuestro en estas lides de la historia festera, situaba su aparición en el primer tercio del Siglo XIX. No es del todo correcto. En el XIX y como luego veremos, la Cantinera alcanzó sus más altas cotas de protagonismo y esplendor, pero ya llevaba más de 300 años velando por “sus” soldados o, según la terminología del XVI, por “sus infantes de ordenanza”.
Si en un principio fueron más o menos ocasionales, los Ejércitos acabaron asimilándolas de forma oficial y Reglamentaria. Parece ser (hay teorías para todos los gustos), que fue el Ejército Francés el que primero las reglamentó de forma oficial, tras la Revolución Francesa. Esto es, incluidas de forma legal y reglamentaria dentro de la orgánica militar y no como simples vendedoras en sus garitos, siempre fuera de las zonas de acampada del Ejército. Si hasta el primer tercio del Siglo XIX, las cantineras habían vestido con lo que buenamente podían, a partir de ese momento, su vestuario queda reglamentado al igual que el de los soldados, tanto en el Ejército Francés, como en las demás naciones. Ese vestuario y con ligeros cambios, se perpetuará durante todo el XIX y principios del XX (ver dibujos adjuntos). Lo más destacable del mismo, es con diferencia, el pequeño barril, barril que con el tiempo se convertiría en su caballo de batalla, que prolongaría su existencia mientras la Cantinera Militar existió y que por supuesto, exportarían al mundo festero, con un clarísimo ejemplo en nuestra Comparsa de Marruecos, y en todas aquellas Comparsas de otros pueblos que las lucieron.
En España, fueron sobre todo las Unidades destacadas en Ultramar (donde nunca se ponía en sol), las que disfrutaron de su presencia. Algunas de las Cantineras llegaron a ser cabo y suboficial con paga oficial, e incluso algunas llegaron a ostentar los galones de oficial, claro está, sin mando en tropa, pero ahí queda eso. Sus funciones dentro de las unidades, venían a ser las mismas desde inmemorial. En el Siglo XIX, el Siglo de Oro de los desfiles militares (hay auténticos tratados al respecto, con todo lujo de detalles), su puesto en formación era detrás de la Banda de Música en las paradas y en la cola del Batallón, en los desfiles. En el combate, y a pesar de no haber nada reglamentado al respecto, todas sabían dónde estaba: en el ataque con la 1ª Compañía y en la retirada, con la última. Muchas de ellas, cayeron junto a sus soldados. A finales del XIX y principios del XX, son suprimidas del Ejército Español o mejor dicho, “a extinguir”, término militar donde los haya. Como eran “a extinguir”, las alistadas hasta ese momento podían seguir en las Unidades, hasta su licenciamiento o muerte, por lo que estuvieron presentes en todas las Campañas de Cuba, Filipinas y Marruecos. Recuerdan la famosa canción que dice que “el vino ni es tinto ni tiene color”, Esa famosa letra del no menos famoso pasodoble, hace referencia a la Señorita Asunción Martos, guapísima Cantinera del Batallón Expedicionario de Cazadores de Talavera, Batallón que tomó parte en la Campaña de Melilla de l909. Y digo guapísima, porque si algo destacan de ella, todas las crónicas de la época, era su belleza. Desaparecidas de todas nuestras unidades, digamos normales, aun persistieron durante muchos años en los Tercios de la Legión y cuya denominación en los mismos, queda fuera de toda duda: las legionarias. Una de esas últimas Legionarias, murió a principios de los años 70 y se llamaba Juana Pardal. Las Cantineras de otros Siglos y épocas, habían pasado a la historia.
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