jueves, 25 de julio de 2013
Con Santiago de Compostela
El grito del gallego que ha perdido a su ser querido es el grito de la España que se resquebraja en un solo dolor. Ya no hablamos de crisis ni de desahucios, hablamos de seres humanos que han perdido la vida en un viaje. En el tren de la incongruencia cuando un maquinista dice, “y qué le voy a hacer yo?”. Tú, nada querido, reza porque tu conciencia pueda conciliar el sueño alguna vez cuando te subas a un tren o lo veas ir desbocado. Porque el tren se salió de la curva y la velocidad alimenta nuestra adrenalina. A veces sin pensar, y muchas otras sabiendo lo que hacemos. No paramos cuando se trata de velocidad porque ésta nos lleva a un lugar infinitamente distinto. Ese lugar, ahora se llama muerte y España llora con ellos porque no ha sido un atentado, no ha sido la fatalidad. Ha sido el absurdo humano de querer llegar antes y no prever que a 80 km/h puedes matarte pero a 190, seguro.
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