sábado, 27 de diciembre de 2025

Desde la terraza del museo




El calendario nos conduce, cada año, a unas semanas especialmente intensas: fiestas, celebraciones, navidad y cambio de año. 

Un tiempo que, más allá del encuentro y el ocio, invita también a la reflexión serena sobre cómo vivimos y cómo queremos mejorar nuestro entorno común.

Siempre he defendido la importancia de diversificar el trabajo y las inquietudes personales, de dotar de contenido a cada jornada. 

En la sociedad actual, marcada por la inmediatez, resulta fácil dejar pasar los días sin conciencia plena de su valor, hasta que una oportunidad nos recuerda la importancia del tiempo y la necesidad de aprovecharlo con criterio.

Durante estas fechas se multiplican los desplazamientos, las actividades y el consumo. 

Vivimos con intensidad, pero a menudo sin pausa ni planificación, en una dinámica acelerada que no siempre favorece el disfrute consciente ni el bienestar colectivo.

No se trata de una mirada nostálgica, sino dpe una reflexión generacional. 

Hubo un tiempo en el que vivir significaba también compartir, dialogar y administrar con responsabilidad. 

Tal vez no contábamos con la preparación ni los recursos de las generaciones actuales, pero existía una mayor sensación de equilibrio, tranquilidad y convivencia.

El deseo de Feliz Navidad encerraba entonces un sentido profundo, cargado de cercanía y de valores compartidos. 

Hoy, en muchos casos, ese significado corre el riesgo de diluirse entre la prisa y la automatización de los gestos.

Estas fechas pueden ser, por tanto, una oportunidad para recuperar el valor del tiempo, del encuentro y del compromiso con una vida más consciente, no desde la añoranza, sino desde la voluntad de construir un futuro más humano y sostenible.

Pablo Carrillos Huertas 

No hay comentarios:

Publicar un comentario