martes, 25 de marzo de 2014

PATRIMONIOS

El hecho de que dos incendios este mismo mes hayan hecho temer por la integridad de la histórica finca del Poblet  no es  noticia. La noticia  sería que estos  incendios no fuesen investigados.     
                                                                                                              
Fueron  fuegos muy virulentos lo que  nos han avisado de un  peligro inminente sin que se tenga un plan de prevención que acecha al Poblet. Son muchos años los que han trascurridos desde el fin de la guerra incivil española para que todavía se pongan excusas ante le indefensión de esta plaza histórica de nuestro patrimonio cultural. No valen apaños  a estas alturas si de verdad se  está de acuerdo que la dictadura  en si ya es un hecho corrupto.

El patrimonio local es un bien cuidado por los  saben que al final de cada  historia sobre  sus piedras siempre hay una lección que aprender.  Las cenizas son señales  mudas de dolor y calamidades públicas.

El castillo evocado por cada  generación  sabe del interés que despierta a las gentes preocupadas por la historia, verdadera sangre y vida de los pueblos. Los vencedores lo desnudaron  dejando solo su esqueleto. Al cabo de los siglos, llegó  la cordura y fue  reconstruido  gracias  al  nivel cultural de nuevas generaciones.  Hoy, nuestro castillo es el patrimonio cultural  que más nos llena de  orgullo.

En España no hubo reconciliación después de la guerra. El trabajo del de presidente Suarez, cuyo cadáver hoy se entierra,  y los pobres le lloran por lo mucho que les dio , es lo poco o lo mucho que queda en su bagaje  histórico. En su haber  quedó el desengañó y  el desconsuelo ante una soledad  infecunda.  Ahora  al cabo de su  vida su figura, como tantos otros,  fue la un Quijote oculto en si mismo… en las entrañas de su soledad.

El Poblet es el código  que nos habla del problema familiar de las dos Españas. El Poblet es la nota que nos dice que hacen falta más voluntades que hagan políticas de unidad. El problema es que  en este país, después de siglos los hermanos siguen separados. El rico –con sus dignísimas excepciones- sigue abusando del pobre;  el pobre  – como siempre-  sigue pagando los platos rotos de los ricos.

 No vale hablar de paz, ni de amor… ni mucho menos de cristianismo, cuando los pueblos  se desangran  y el PAN  y el  techo no cubren  todos los hogares sitos  plena calle. Y da igual, que la Constitución diga lo que diga… 

Paco Máñez. 25-3-2014


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