El hecho de
que dos incendios este mismo mes hayan hecho temer por la integridad de la
histórica finca del Poblet no es noticia. La noticia sería que estos incendios no fuesen investigados.
Fueron fuegos muy virulentos lo que nos han avisado de un peligro inminente sin que se tenga un plan de
prevención que acecha al Poblet. Son muchos años los que han trascurridos desde
el fin de la guerra incivil española para que todavía se pongan excusas ante le
indefensión de esta plaza histórica de nuestro patrimonio cultural. No valen
apaños a estas alturas si de verdad
se está de acuerdo que la dictadura en si ya es un hecho corrupto.
El
patrimonio local es un bien cuidado por los saben que al final de cada historia sobre sus piedras siempre hay una lección que
aprender. Las cenizas son señales mudas de dolor y calamidades públicas.
El castillo
evocado por cada generación sabe del interés que despierta a las gentes
preocupadas por la historia, verdadera sangre y vida de los pueblos. Los
vencedores lo desnudaron dejando solo su
esqueleto. Al cabo de los siglos, llegó
la cordura y fue
reconstruido gracias al
nivel cultural de nuevas generaciones.
Hoy, nuestro castillo es el patrimonio cultural que más nos llena de orgullo.
En España no
hubo reconciliación después de la guerra. El trabajo del de presidente Suarez,
cuyo cadáver hoy se entierra, y los
pobres le lloran por lo mucho que les dio , es lo poco o lo mucho que queda en
su bagaje histórico. En su haber quedó el desengañó y el desconsuelo ante una soledad infecunda. Ahora
al cabo de su vida su figura,
como tantos otros, fue la un Quijote
oculto en si mismo… en las entrañas de su soledad.
El Poblet es
el código que nos habla del problema
familiar de las dos Españas. El Poblet es la nota que nos dice que hacen falta
más voluntades que hagan políticas de unidad. El problema es que en este país, después de siglos los hermanos
siguen separados. El rico –con sus dignísimas excepciones- sigue abusando del
pobre; el pobre – como siempre- sigue pagando los platos rotos de los ricos.
No vale hablar de paz, ni de amor… ni mucho
menos de cristianismo, cuando los pueblos
se desangran y el PAN y el
techo no cubren todos los hogares
sitos plena calle. Y da igual, que la
Constitución diga lo que diga…
Paco Máñez.
25-3-2014
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