Estamos viviendo una época en la
que el despotismo, el abuso de poder, la irracionalidad y la prepotencia entre
otros adjetivos que no vamos a enumerar, pero que están en la mente de todos,
es el pan nuestro de cada día. “Virtudes” que poseen y practican con el mayor descaro
las autoridades tanto estatales como autonómicas, provinciales y municipales
contra la ciudadanía, desde hace demasiado tiempo, pero queremos, en esta
ocasión, referirnos a un tema más local, más nuestro como es la destrucción de
la Plaza de Castelar.
Buceando un poco en crónicas y recuerdos
heredados de nuestros mayores, con
respecto a la historia reciente de esta ciudad
y al reflexionar sobre la actuación de los distintos equipos de gobierno
que han pasado por su alcaldía, desde principios de los años 40, en que la
depresión económica y la represión política atenazaban a este país y por
supuesto a nuestra ciudad, solo hemos encontrado un nombre que brille con luz
propia y no es otro que el de D. José Martínez Gonzalez, el hombre que junto con su equipo, sacó a Elda
del Medievo.
Bajo su mandato se construyeron
entre otros, el Mercado Central y la Lonja, dos lavaderos municipales, el
alcantarillado, la red de distribución de agua potable, (sustituyendo a las
famosas aguas del Canto) una estación depuradora de aguas residuales,
pavimentación de las calles, ampliación del matadero municipal, la Biblioteca
Pública, el Hospital, escuelas de Ramón Nocedal, terminación de las obras de la
iglesia de Santa Ana, ampliación del servicio telefónico, la plaza de toros, la
reanudación de las obras de las cooperativas de viviendas de El Progreso y la
Fraternidad, el trazado de la Gran Avenida, su gran proyecto que
desgraciadamente no pudo ver acabado…y la AMPLIACION de la Plaza de Castelar,
ni reforma ni destrucción: AMPLIACION.
La plaza vio doblada su superficie,
adaptando este nuevo espacio a lo ya construido
y que conocemos como la parte de arriba; en el centro se instaló el
templete de estilo neoclásico con el bar en los bajos y donde en verano, las
noches de los jueves, nuestra Santa Cecilia deleitaba a gran parte de la
población Eldense con sus conciertos, al tiempo que se degustaba un granizado
de limón, una horchata o un café, servido en las mesitas que rodeaban el
templete o simplemente paseando por todo el recinto. Se completaba esta
ampliación con una bonita rosaleda y una fuente luminosa, con colores cambiantes
que era el orgullo de la ciudad. Se dotó al jardín con farolas de alumbrado,
profusión de bancos para descansar y con unos espaciosos aseos. La plaza estaba
continuamente vigilada por el guarda que con su sola presencia hacia desistir a
delincuentes y vándalos.
Después hemos tenido otros alcaldes
que sin esforzarse demasiado por mejorar la ciudad al menos han colaborado o no
han impedido que la iniciativa privada dirigiese, de algún modo el rumbo de la
industria del calzado, motor de la economía Eldense. De esta forma, se piensa
en una Feria de Calzado que aglutine a todo el sector y centralice las ventas,
dando un gran impulso a la ciudad y pasando el nombre de Elda a ser conocido en
las más altas esferas del mundo zapatero. La Feria es un éxito y Elda comienza
a renacer de sus propias cenizas.
Al llegar la transición y con ella la
Democracia, nos encontramos con un equipo de gobierno con ideas más audaces, de
actitudes prepotentes, sin miedo al despilfarro y parapetados por el derecho
que les habían otorgado unas elecciones democráticas, se comienza a
menospreciar al ciudadano; parece que todo consiste en borrar las huellas de un
pasado que no siempre fue malo para la ciudad en sí, sin tener en cuenta, que las
consecuencias de esta actitud, podría acarrear el peligro de borrar, al mismo
tiempo, la señas de identidad de todo un pueblo. De esta forma y por motivos
que no están muy claros se derriba el Mercado Central y la Lonja, en contra de
la opinión de los ciudadanos y de los comerciantes que tenían allí su medio de
vida y se construye un monstruo arquitectónico, costoso de mantener, cuando en
opinión de los entendidos, con un buen arreglo y modernizando sus instalaciones
habría sido suficiente y se habrían hecho cargo de los gastos los mismos
placeros. Fue inaugurado por el entonces vicepresidente del gobierno. Actualmente
y después de varias remodelaciones con el intento de sacarle rendimiento se
encuentra en un estado lamentable, medio vacío y sin compensar los gastos que
ocasiona.
Sufrimos
así mismo el abandono de la parte antigua de la ciudad, que se ha dejado
perder, sin tan siquiera darle una oportunidad, cuando habría sido un lugar
idóneo para una zona cultural y de ocio, donde al mismo tiempo, Elda, habría
conservado sus raíces, dejando de ser una ciudad sin pasado.
Tenemos el caso de la Ficia, que después de
haber colocado el nombre de Elda en lo más alto, un buen día y con la opinión
en contra de toda la ciudadanía sin excepción, con protestas y manifestaciones,
se decide trasladar a Elche, con el peregrino argumento de que Elda no tenía
suficientes infraestructuras hoteleras, ni zonas de aparcamiento, para el auge
que había tomado el certamen.
Esa habría sido la ocasión de demostrar que un
equipo de gobierno sirve para algo más que para cobrar la nómina. Era la
ocasión de jugarse el resto construyendo un Palacio ferial en alguno de los
terrenos que Elda poseía en las afueras, donde ahora se ubican los polígonos
industriales, con amplios aparcamientos, dotando a la ciudad con un par de
hoteles ofreciendo al visitante una estancia cómoda y grata y haber puesto a
Elda donde le correspondía por derecho propio. En lugar de pensar sensatamente
se cargaron a la gallina de los huevos de oro.
Estamos hartos de mantener en política
a individuos, sin educación, sin preparación y lo que es peor sin escrúpulos.
Hemos perdido por abandono y desidia, la
Estación de ferrocarril, recientemente reformada, viéndose reducida a un mínimo
la frecuencia del paso de trenes por nuestra ciudad.
Tenemos
la plaza de Toros que parece que caerá por su propio peso dado las condiciones
en que se encuentra, cuando podría utilizarse para actos culturales y cine de
verano. Como antaño.
Se ha
construido sin ton ni son, un campo de futbol inaugurado antes de estar
terminado y que se encuentra en un lamentable estado de deterioro, mucho peor
que el que había y costando un montón de euros.
Está así mismo el flamante sector 9 todavía
sin acabar y que cuando quiera estarlo habrá que empezar a restaurar lo ya construido…
Pero tenemos, eso sí, un gran número de parques y jardines, sucios,
descuidados, sin mantenimiento, calles en un estado pésimo, aceras intransitables,
y todo esto según dicen, porque no hay dinero en las arcas municipales a pesar
de tener los impuestos más altos de todo el país, pero resulta que sí que hay
dinero o al menos eso nos dicen, para asestarle un golpe mortal a nuestra Plaza
de Castelar, que a lo largo de su historia ya ha recibido varios varapalos, como
por ejemplo la sustitución del templete, que le imprimía a la plaza un aire
entrañable de pueblo con personalidad, por un costoso y frío escenario donde
últimamente solo se ha contado con la actuación de un señor perdido en la
inmensidad de ese esperpento acústico tras un teclado con música enlatada, para
el solaz de la mal llamada tercera edad. La rosaleda, sustituida por un suelo
de mármol alfombrado con excrementos de paloma. Eliminados la fuente luminosa y
la balsa del león con los peces, porque sí. Los aseos condenados y el guarda
despedido; también se pretende eliminar el busto del alcalde que engrandeció,
no solo el jardín si no también la ciudad. ¿Y a Castelar, cuánto tiempo le
queda?
Con los tiempos de precariedad que estamos
atravesando nos pretenden hipotecar de por vida para satisfacer un capricho
personal sin sentido, y por lo que conocemos con mano de obra de fuera de Elda,
ya sabemos que nos les importa el paro, salvo el suyo propio.
Si quieren hacer algo por la memoria de este
pueblo, dejen la Plaza de Castelar como estaba antes del expolio, pero eso sí,
bien limpia. No se gasten el dinero que no tienen en un sin sentido. Déjense de
obras faraónicas que no está el horno para bollos. Y no nos roben nuestra
identidad y nuestro pasado, que es lo que engrandece a un pueblo. Han
derrochado demasiado dinero para conseguirlo. Dinero que ni tienen ni les
pertenece. Señores, lo que aquí se necesita es menos prepotencia, más sentido
común y una buena brigada de limpieza y mantenimiento para toda la cuidad, y
saldría casi regalado.
Elda, 22 de
Septiembre del 2014
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