miércoles, 29 de julio de 2020

Primer concurso de cuentos navideños, del Club de la Juventud 1956-57

El paso  de  la  vida con  todas  sus  consecuencias  individuales nos  acercaron  a  nuestros   principios que  siempre estuvieron  cercanos al  hábitat  cultural que nos  rodeaba. La  religión  siempre  estuvo  perenne  y apareció  en las  actividades que nuestro  club  de  la  juventud, que ante  la  imposibilidad de poder ejercer  los  líderes  políticos en la  dictadura  el   canal religioso  de  sacerdotes comprometidos   fueron los  más  colaboraron con  la  juventud. Hay  nombres que jamás se  olvidaran  como  el inolvidable  Padre  Coello por ser  el  más  cercano.

Primer  concurso  de  cuentos  navideños, del  Club de la  Juventud  1956-57
Francisco  Máñez Iniesta
Jesús había  nacido. El manto celeste de la  fría  noche cubría todo el  nacimiento acompañado por las  sonrisas felices de las  estrellas. Había  pasado  un día. La segunda  noche el portal fue más concurrido, pues hubo más  calor  y  canticos  de  alabanza.
Nuevas  gentes se  disponían hacer  la visita.  Juan emprendió el  camino por  las  sendas serpenteadas de las  montañas. Caminaba  contento, alegre, confiado. Parecía que  había olvidado  el  miedo a los malhechores asaltantes nocturnos.  Miraba hacia  el cielo con  la ingenuidad  y el  desconcierto del gran  misterio que  le  acobijaba Pensó. “Ha nacido  para redimirnos, para  elevarnos hacia  donde El viene”. Tansolo tiene 24  horas y ya su presencia alivia  y conforta. Pronto  llegaré.
Caminando se  cruzaba  con otras gentes que  se disponían a recoger el ganado con  gente abatida  por  el cansancio. Los conocidos  le  preguntaban “ ¿ a dónde vas Juan ? y el  respondía jubiloso “ a la  cueva”, a confortarme y agradecer su  presencia, pues Dios ya ha  nacido”.  Algunos  le  acompañaron  esperanzados.
Santiago, hermano de  Juan, también se  dispuso a  salir aquella  segunda  noche. Terminó el trabajo, puso se  su mejor  traje con  su  flamante corbata  y  salió en  busca de  sus  amigos. Tal vez los  encontraría  en  la cafetería , pues aquella  noche  tenía prevista una  juerga  que  duraría  hasta  el  amanecer. Cogió  su coche  600 y salió disparado  en busca de la noche.
Mientras  conducía con cautela, pues un intenso   tráfico le  asediaba, pensó en las  rarezas de  su  hermano  Juan. No  comprendía  a  su  hermano. El que tantas veces ha salido de noche  con él; decir  que iba a visitar a visitar al recién nacido  y precisamente aquella segunda noche de  Navidad, con  lo bien que  se pasaba.
A la  hora prevista se  encontró con los  amigos y  empezó  la  gran  noche,  según ellos el  Whisky y la  Ginebra era lo  que más les  confortaba y decidieron probar estos licores en  todos los cabarets y  salas  de fiestas  que  visitaban.
La  noche  transcurría  lentamente y  Juan en  la  cueva conversaba con los pastores que  iban  llegando. Estos hablaban  contando   que habían visto a unos Magos  guiados por una estrella  de brillante  que preguntaban por  el niño. Esta  noticia corrió  de  grupo en  grupo, alterando la  paz  reinante.  Juan les  decía que  no temiesen que  nada malo les  podía acontecer, pues ver una  estrella de  plata no significaba  nada ante la presencia del  Salvador.“Alegraros  hermanos y  cantad Hosanna porque hemos encontrado una  razón porque  vivir  y luchar.”
Cada vez el cuenta kilómetros  del coche  de  Santiago  marcaba más velocidad, entre  risas  y  gritos se movían  al paso con las botellas  de licores. Iban medio  disfrazados, burlescos, excitados  y  atrevidos y  cantaban y  cantaban sin  cesar la  última canción  de moda.
Que  gozo  estar en  Belén, y sentir la  presencia  de ese cuerpo, que une con amor a los demás  cuerpos. Sentir el aroma de las  hierbas  fresca. De ayudar a la  lavandera a llevar el  capazo de las ropas al  rio. Calentarnos  con el  fuego  de las  hogueras de los pastores recogidos.
Ver la estrella de Oriente  radiante en los cielos. Escuchar las  canciones  ingenuas  de los  caminantes. Beber el agua  del pozo que  está al pie  de la  montaña. Guiar  a la  oveja pequeña extraviada al  rebaño.  Ordeñar la vaca oronda para llevar leche  a los  niños.
        Santiago   presentía  que  algo inevitable   iba  a suceder. Sentía el  deseo  del vómito con la mente  turbada; el cuerpo extenuado y  un  frio  sudor  bañaban su frente. En un momento  de  lucidez pensó. “Debía de  haberme  ido con mi  hermano  Juan. Él ahora se sentía feliz.  Tal vez el ir a  Belén  sea  el  único momento feliz que haya en la  vida. Señor perdóname.”
Las  sirenas de la  ambulancia   rompía el estrepito de la  noche de la  ciudad. Había  ocurrido lo inevitable. Un accidente  mortal. Santiago  se acercó  a su  hermano y  este al verle tuvo una gran  alegría  su corazón. ¿Cómo has llegado? le preguntó Juan.  Este repuso. “Tuve un accidente y nada pudieron hacer los  médicos por  mí. Solo  Él  lo  hizo. Tuve momentos  antes de fenecer, un  minuto de lucidez y  comprendí. Por eso estoy aquí.”
Ambos se  dirigieron  hacia la  cueva y postrados  ante el niño dieron  gracias y fueron  bendecidos por  el  Señor.


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