UN CANCIONERO CON AGUJERO
Tras llegar a mis manos el librito de “Canciones populares eldenses” editado por nuestro Ayuntamiento, vi la iniciativa digna de elogio, por la voluntad de preservar, tanto en medio escrito como digital, todo aquello que documenta nuestro pasado. Como se ve, no empleo la palabra “tradición” para referirme a estas canciones, porque en mi opinión, y con todo el respeto para las opiniones contrarias, no han llegado todavía a ese rango, ya que, el término “tradición”, se utiliza para denominar costumbres transmitidas de generación en generación, y mantenidas durante un tiempo suficientemente largo, como para ver el asentamiento de esa transmisión, cosa que para mí todavía no se ha producido.
Pero eso es lo de menos. Fuera tradición o costumbre, la decisión era positiva, y ya teníamos en soporte de futuro, datos que nos hablaban de tiempos pasados, de las apreturas económicas de los eldenses de aquel tiempo, de personajes populares... hasta que en esa lectura llegué a una cancioncilla dedicada al pueblo de Petrer, y ahí tuve que parar.
En ella se reflejaba la rivalidad que durante largos años mantuvieron ambos pueblos, y que se traducía en el uso de expresiones muy conocidas por todos, que muchas veces eran empleadas en el ámbito del humor, con más o menos gracia, pero en otras, servían de provocación e insulto al contrario, terminando en ocasiones de manera nada amistosa.
Su lectura me transportó a un tiempo en el que el respeto a los otros, y mucho más a los vecinos del otro pueblo, presentaba grandes agujeros, especialmente en grupos cuya mejor diversión era irse a la frontera a tirarse piedras unos a otros, o utilizar insistentemente los apelativos de “cagaldero”, “petrolanco” o “rabudo” para provocar al contrario.
Y esta lectura me rechinó en la mente, sin saber interpretar por qué, hasta que caí en la cuenta de que la cancioncilla, hoy en día, sacada del contexto temporal en el que fue escrita, y con la evolución social que se ha producido, suponía una falta de respeto a nuestros vecinos. Igual que ha ocurrido con muchas otras palabras y conductas, que durante muchos años han sido parte de la costumbre popular, hasta que nuevas formas de ver la realidad las han juzgado insultantes, y/o irrespetuosas, promoviendo una autocensura en todos nosotros, que las llevará
a su desaparición por falta de uso.
Estamos en un tiempo, en el que desde las administraciones se fomentan nuevas formas de expresarse, que están calando en la mayoría de la población, en las que se recomienda renunciar al uso de determinadas palabras, que hasta hace muy poco se utilizaban para identificar coloquialmente a determinadas personas, y que hoy se valoran como ofensivas.
Se nos está suministrando sutilmente, y sobre todo a través de los medios de comunicación, una nueva educación, cuyo objetivo es que el respeto a los demás -a todos los demás-, sea nuestra primera norma de vida; que sea el filtro que indique si nuestros actos son correctos o no.
En donde se ha visto primero los efectos de esta nueva educación, ha sido en el humor -precisamente lo que sustenta esta cancioncilla-. Los humoristas y contadores de chistes han debido replantearse todas sus fórmulas, porque en muchos casos, sus recursos para hacer reír se sostenían en apelativos, que hoy son considerados como políticamente incorrectos, pero creo que todos sacrificamos sin dudar esa pérdida de humor, a cambio de un aumento en eso que tanta falta hace, que es el respeto.
Explicado esto, conviene aclarar que esta crítica no va dirigida al grupo que las canta durante las fiestas patronales. Ellos ejercen su libertad de expresión, y el que quiere las oye, e incluso las acompaña, y el que no, se marcha. Cada uno, según su sensibilidad, es libre de hacer lo que considere. Lo que sí considero criticable es la decisión por parte del Ayuntamiento de incluirla en el libro, simplemente por falta de coherencia.
Porque… ¿Es coherente estar luchando hoy por un mayor respeto hacia todos: mujeres, niños, animales, y mil y un colectivos, y por el contrario, fomentar el recuerdo de estas antiguas situaciones?
Si esto se convirtiera en una tradición, ¿se habría subvencionado el mantenimiento de generación en generación, para mayor conocimiento de nuestros jóvenes, de la mejor manera de provocarse ambos pueblos?
¿No sería mejor leer las publicaciones que se van a subvencionar antes de hacerlo, aplicando el filtro del respeto antes mencionado?
Alguien podrá apelar a la libertad de expresión y prensa, pero estaría equivocado. Eso es para las editoriales privadas, no para un Ayuntamiento que representa todas las mentalidades y sensibilidades, y que además debe luchar siempre por mantener la mejor relación con el Ayuntamiento vecino, como de hecho se está haciendo.
¿No hubiera sido mejor subvencionar sólo la conservación del patrimonio digno de ser guardado, y dejar el otro a la suerte de la transmisión oral?
Alguien podría igualmente aducir: ¿y quién sabe lo que es digno o no? La respuesta es muy fácil. Lo digno es, lo que no cruza las cuatro rayas que delimitan lo que es el respeto a los demás, y creo que ese espacio lo tenemos claro todos.
Para terminar, debo decir, que quisiera que estas líneas fueran consideradas con el espíritu con el que han sido escritas, no como una crítica a la labor municipal -sé que hay una gran voluntad por ayudar a la cultura y las fiestas-, sino como una llamada de atención a afinar los criterios, a la hora de prestar apoyo a cualquier iniciativa, con el fin de evitar este tipo de contradicciones.
Eduardo Navarro Romero
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