miércoles, 30 de septiembre de 2020

COMO HUMANO Y CIENTICO FUE INOLVIDABLE EN PETRER... Al médico Don Antonio Payá

 

COMO HUMANO  Y CIENTICO FUE   INOLVIDABLE

EN PETRER.

 Francisco Máñez Iniesta.

 


Al médico Don Antonio Payá, cuya virtudes y gestos humanos derramó durante toda su vida siendo fue ejemplo de experiencia y energía por conseguir la residencia geriátrica, que  es  ejemplo vivo  de cariño y  amor  a los  residentes, con el  mismo  fervor  que  el atendía a sus  pacientes.

EN MEMORIA DE  DON ANTONIO PAYÁ

Siempre creímos   que los médicos fieles a su juramento hipocrático son personas extraordinarias; hombres y mujeres ennoblecidos por la ciencia y por el contacto con todas las razas humanas con su dolor. Ellos poseen la ciencia de la humanidad, cierta y  experimentada a través de los siglos.  Por ello, saben del  dolor y la esperanza de la vida. La antalgia fue siempre su ideal sagrado. Ellos saben cómo aliviar y curar todo el sufrimiento de lo humano.

 Antaño, toda la ciencia experimental de la medicina recaía en el médico rural, en el médico de familia. El médico era el amigo de la familia, el hombre de confianza al que se le confesaba la verdad, el  problema de  cada  ser  humano con todas sus implicaciones.

En tiempos pasados, veíamos al médico caminar de noche, apresurado, tras el hombre sollozando que le guiaba a la casa de  un nuevo enfermo, o quizá a la de un moribundo, que no vería el nuevo amanecer. Antaño, muchas veces, toda la esperanza de la vida recaía en ese médico que caminaba de noche con su maletín de cuero, y no volvía a su casa hasta que la crisis fuese superada. Sus jornadas de trabajo fueron agotadoras y todos quedábamos en deuda con ellos.

 El médico era el mejor amigo de la casa. Él conocía la casa como si fuese suya. Él, junto a la madre, se sentaba junto al lecho del enfermo esperando  que  su  receta fuese un rayo de esperanza, de vida...

El enfermo siempre esperaba del médico su consejo, la palabra amable que estimulara su pensamiento fatídico. Antaño, su semblante amable y su presencia era lo primero que iniciaba la cura.

El médico es quien juega diariamente la partida de ajedrez con la muerte. Él sabe cómo esquivar su "Jaque Mate". Él sabe cómo doblegarla y hacerla huir; pero, también, sabe que tarde o temprano la muerte le presentará su "Jaque Mate" definitivo, absoluto, ineluctable para  todos.

El médico de antaño, ante esta circunstancia, quedaba abatido por haber perdido la partida de la vida contra la muerte. También, por haber perdido a un amigo, a quien sabía que le  estimaba y apreciaba.

Antaño, cuando acudíamos preocupados a la consulta del médico de familia, él, después de reconocernos sonreía para que leyéramos en su rostro. En su rostro, lleno de humanidad, era donde primero se nos informaba de nuestro diagnóstico. Su sola presencia nos confortaba y aliviaba.

El médico es el primero en escribir nuestro nombre en la infinita lista de los muertos. El médico es el último que nos cierra los ojos definitivamente.El médico es el primero que nos anuncia si es niño o niña el ser que llega a la vida. El médico es el último que le da la mano al  enfermo, cuando la suya apenas ya tiene calor.

El médico, siempre el médico, en los momentos de alegría y de dolor. Siempre inseparable, desde el principio hasta el final de nuestra existencia, contagiado de nuestra alegría y nuestro dolor. Por todo ello, en este acto de reconocimiento a todos aquellos médicos de familia de antaño, por sus virtudes expuestas, queremos rendir nuestro homenaje.

En  este  tiempo, ahora en  que un  virus, casi  invencible, está matando a media  humanidad. Sirva  este  modesto   trabajo  como Homenaje  a   todos los médicos del  pueblo, que  para  protegerlos nos comunicámos  ahora  con   ellos por  vía  telefónica.

 

 A  TODO EL CUERPO  SANITARIO-  GRACIAS


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario