Imagen y texto. Paco Máñez
Sucedió en el
acto de subida
del San Bonifico a
su ermita, ante el paso del santo
por la casa del
mayordomo de entonces
Pepe Caixa cuando la espada del
santo se “desprendió”
y cayó al suelo frente a
su fachada.
Rápidamente un
vizcaíno del grupo que
subían acompañaba al santo en
la procesión, se subió a las andas
y se la
volvió a poner y la procesión
continuo hasta la
ermita.
Casualmente o no, como
directivo de la Unión de
Festejos que acompañaba al santo,
en aquel momento llevaba mi
cámara fotográfica y el hecho
nunca visto quedó registrado. La procesión
continúo y mi mente
empezó a calibrar lo
sucedido, pues jamás
se recuerda nada parecido.
Quizá fue una coincidencia, o no, que
nos llenó de
interrogantes el hecho
de que la espada de San Bonifacio de profesión mayordomo de la familia
de Aglaes, saltase ante el paso
de la casa de su Mayordomo, sirviente de
su señora Aglaes y su gran amor que dio su vida al declarase como
cristiano.
No faltan interpretaciones de aquel suceso pudo ser un
aviso , que se robustece
cuando nuevamente apareció el
comentario de la
contrariedad entre la
santidad y las armas , que el párroco Don
Antonio Rocamora, hijo predilecto ya
del pueblo, hace unos meses al jubilarse
volvió a repetir
en una entrevista
que no le gustaba que el santo llevara la
espada.
Como estos antecedentes,
habrá que esperar
que el mayordomo actual consulte con
las autoridades festeras y festeros,
para ver el
nivel contradictorio del santo
elevándose lleno de espiritualidad,
contrastando con la espada sinónimo
de muerte cruel.
Don. Antonio Rocamora
ya lo dejó bien claro en
su libro que no le
gustaba la espada
junto al santo , y
pidió se reflexionase sobre su ello.
Tema que después
31 años, quizá desde
el Cielo, también se nos manifestó
su sustitución por
un símbolo que
evoque la paz, que tanto necesita este maravilloso mundo.
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