JEFE DE COMPARSA DE LOS MOROS NUEVOS
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ENTREVISTA A VICENTE
FLOR JIMENEZ, AÑO 2007
…Esa
marcha te lleva el paso sin querer, te altera, te enloquece…”
F. Máñez Iniesta
Vicente
Flor nació en la calle Arco del Castillo. Cerca del castillo milenario Almohade,
cuando en su muralla cinco familias habitaban
las cuevas que ahora van a ser habilitaban por el Ayuntamiento. De niño jugaba
imitando a los moros y cristianos, guerreando por los aledaños de la fortaleza,
montado sobre una caña larga imaginando cabalgar con un veloz caballo.
Vicente se reconoce que fue un niño malo, como todos los demás. Corrían por los
campos floridos, asaltando los bancales que se cruzaban en sus correrías,
cogiendo brevas o higos, según el
tiempo. Recuerda que con tres amigos, ya adentrada la primavera, cogieron un
saco de almendras tiernas que camuflaron con tierra blanca. Detenidos
por el dueño del bancal luís el Casero, les preguntó que llevaban en
el saco. ¡“Terra blanca” exclamó
Vicente! ¿con qué terra blanca, eh?
¡ vuideu el sac, bandidos!
Vicente, poco dado a reconocerse meritos, me confirma que el primer festero que se dejó la barba fue su amigo “Fumaro” y luego él, barba que evolucionó finalmente en la clásica perilla, que hoy casi todos los festeros llevan en fiestas y durante el año.
Vicente
me comenta que en la fiesta, casi sin darse cuenta, suceden cosas que te van a
marcar para siempre. Recuerda que “un año de los íbamos a desfilar a Alicante, nos tocó la banda de música
de Agres. Joaquín Martínez, que estaba
ejerciendo de presidente me dijo que le comunicase al director de la
banda de música, que durante todo el recorrido solamente tacaran la marcha mora
Chimo. Cuando terminó el desfile invitamos a la banda y le pedí a su director
que me diese sus datos para contratarla para nuestras fiestas. Durante muchos esta
magnífica banda de música estuvo con nosotros en la fiesta y desde entonces, la
marcha Chimo, siempre fue la preferida de la los Moros Nuevos y para mi todo un
símbolo mientras viva.”
A Hipólito Navarro de presidente de la Unión de Festejos, tuvo que aclararle que, desde siempre, cuando bajaban las nuevas Abanderadas desde la ermita, desde siempre, cuando llegaban a la altura de la explanada, cada comparsa seguía su camino tomando calles distintas y el año anterior el desfile de la bajada de las nuevas banderas llegó hasta la plaza del Cánovas del Castillo, sin que nadie lo ordenara. Hipólito ignoraba aquel hecho y después de dilucidar lo ocurrido se llagó a la conclusión de que el desfile se alargó a causa del público asistente que lo obligó, al abrirle las salidas de costumbre, a seguir hasta la plaza del “Derrocat,” dado la gran cantidad de personas que agolpaban para conocer a los nuevos cargos. “Fue el sentido común del pueblo quien obligó a prolongar el acto y ello dice mucho del pueblo que quiere a su fiesta.”
Después
de referirme parte de sus vivencias en la fiesta como jefe de comparsa, retoma
el momento en el que en año 1983, deja su compromiso en la junta directiva.
Ahora quiere vivir la fiesta sin tener que estar mirando el reloj a toda hora,
sin tener que ser el primero en llegar y el último en terminar en cada acto,
tomarse una copa de más o entretenerse con algún amigo y llegar el último al
acto. Aunque sabe que esos 25 años al pie del cañón, a pesar de que se merecía
tener algún lapsus, no iba a poder estar tranquilo si la comparsa estaba
desfilando en la calle. Vicente, libre de del cargo se incorporó en la nueva
filá que se formó después de que se deshiciese la de Paco Guillén, junto a Paco
Sogorb y otros, hasta que se jubiló a los 62 años. También lo hizo de la fiesta
pues “mi pensión no me
daba para tener que correr con los gastos de la fiesta. Así que, gustándome como
al que más, tuve que retirarme de ser festero pues primero era atender a mi
familia y luego la fiesta”
Vicente
Flor, ahora es un hombre lleno de añoranzas. Me dice que ya no queda casi nadie
en la comparsa de los que estaban en su inicio. Comenta que durante los años
que él estuvo se hicieron muchos cambios, utilizando el paseo de la Explanada en ambas direcciones sin resultados positivos o cuando se empezaba
el jueves a primera hora de la tarde y luego se atrasó hasta las 8 de la tarde.
En fin, muchos cambios que nunca acabaron de cuajar. Considera que la economía
se ha disparado sin control, constituyendo en la actualidad la primera
preocupación de las comparsas,
“y
no digamos nada de las capitanías que pueden arruinar a una familia de trabajadores. Lamento que la
gente no tenga en consideración el sacrificio de las familias para que luego critiquen
las capitanías alegremente, y todo esto se debería de terminar por respeto a la
ilusión de quienes han estado
trabajando con grandes sacrificios.”
“Al principio de retirarme lo pase un poco
mal sobre todo el primer año. Luego ya te vas acostumbrando y vas reconociendo
tu nueva situación y te acostumbras a ver la fiesta desde afuera. No salir a la
fiesta no significa que no la sientas. A mí me gusta toda la fiesta y ahora
cuando escucho alguna marcha mora o cristina me emociono esté donde esté, y sé
que será así siempre, mientras viva. Chimo, como a otros tantos, es la marcha
mora que me marcó. Cuando la escucho todavía me cae la baba. Esa marcha te
lleva el paso sin querer, te altera, te enloquece…”
Ha
pasado una hora de entrevista. El magnetofón se detiene y Vicente empieza a
despedirse. Tiene que marcharse enseguida, su mujer le necesita, pues se
encuentra imposibilitada a causa de un accidente. Siente marcharse pero, como
me dijo antes, la obligación es antes que la devoción.
El sabe que la devoción siempre le acompañará,
sabe que su pueblo, su castillo de tantos juegos de infancia y la fiesta de San
Bonifasi de moros y cristians
estarán siempre junto a su ser, como siguen estando en sus hijos. Su hijo mayor
Evaristo en la filá la Cobra de los moros Nuevos, Vicente, en la comparsa de
Estudiantes, y su hija Reme, que salió a la fiesta durante unos años, y también
sigue con la misma ilusión por los buenos días vividos. Vicente Flor, lamenta
no conocer a casi nadie de los jóvenes de su comparsa. Ellos - que desde muy
niños salieron a la fiesta- sí que lo reconocerán cuando le vean aplaudir con
pasión a su comparsa – y sé que de todos recibirá su saludo de gratitud, a
través de los cabos de escuadra con un brindis con la espada y de los guiños de
ojos de los festeros que no podrán moverse de su formación. No dudo de que de
todos reciba su admiración y respeto. Como siempre fue, y lo será en el futuro.
Vicente,
se levanta, me estrecha la mano al tiempo que me da las gracias por haber contado
con él, acto seguido, se marcha velozmente. Como he dicho al
principio de esta entrevista, éste es el testimonio de muchísimos festeros que
dedican, parte de su vida festera a su servicio de sus comparsas, pasando
desapercibidos por el entorno que aplaude la buena organización. Sirva este trabajo, en la persona de Vicente
Flor, y a tantos como él, como homenaje
a todos ellos.
Enero de 2007
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