Ser Negra: una razón de ser
La antropologia es el descubrimiento de los otros y la escritura de si mismo
(F. Héritier)
Nunca había desfilado en una Entrada
Nunca había desfilado en una Entrada pues tampoco era cosa tan extraña puesto que no nací ni vivo en Petrer, no tengo familia de sangre en vuestro pueblo, ni tengo nombre ni apellido español (bueno, hasta hace poco). Sin embargo resulta que en mayo pasado, se cumplieron 20 años desde el año en que descubrí vuestra fiesta de Moros y Cristianos.Tanto me fascinó que se convirtió en el tema de estudio de mi tesis doctoral en Antropología Social, entre 1995 y 2000.
Nunca había desfilado en una Entrada hasta que, el pasado viernes 18 de mayo sobre las 5 de la tarde, quiso la Fortuna que escuchara la siguiente frase: "Este es tu traje, vas a desfilar (...) en la Entrada del domingo". Esta frase caló tan hondo en mis adentros que me quedé con los ojos como platos, ojos que pronto se me nublaron de lágrimas. No pude resistir tanta emoción. El impacto de esta frase fue tal que pasé calor y frío al mismo tiempo, sentí cómo el suelo se deslizaba bajo mis pies y caí en los brazos de mis dos madrinas sin poder dejar de llorar a lágrima viva. Es que iba a desfilar en la filà de mujeres con más solera, más admiro y, como yo, muchos amantes de la fiesta: la filà de las Negras.
Es decir que iba yo a ser una de las dieciocho mujeres que iba a tener el privilegio de abrir el boato, el domingo, por motivo de sus Bodas de Oro : significaba salir con la cara pintada de color negro, como en 1962 (lo cual no se había vuelto a ver desde 1982) pero con un traje bien diferente a los primeros (informes y arrugados, resultado de un efímero bricolaje hechos a partir de trajes sacados de un baúl).
Si a este hecho añadimos que la mayoría de las componentes de la filà del domingo eran veteranas (cuando no pioneras como Matilde y Elena), cualquiera puede entender que al mismo tiempo que la emoción, se adueñó de mí un sentimiento de nerviosismo y de miedo nada más pensar que iba a desfilar con estas mujeres que infunden tanto respeto. De hecho fueron ellas las pioneras y luchadoras que emprendieron un largo camino para arremeter contra las puertas de la resistencia masculina, conseguir la igualdad de sus derechos con sus homólogos masculinos, es decir ser reconocidas socialmente y existir como personas y ya no sólo como esposas, madres o jóvenes guapas destinadas a serlo.
No sólo era consciente pues del prestigio que suponía salir con esta filà como tal sino también de la inconmensurable prueba de amistad que me daban Loli Maestre y Pepi Riquelme ya que ellas fueron mis madrinas, las que tomaron la iniciativa de incluirme entre las 18 y las que me asignaron los nombre y apellido de "Laura Francés" (es decir que lo hispanizaron) a la hora de apuntarlo en la lista. Nos conocimos hace unos quince años cuando, en el ámbito de mi estudio universitario, andaba realizando un trabajo de campo a base de entrevistas grabadas (que otros muchos festeros y festeras recordarán). Pues bien, este año, más que ninguno, ambas esperaban, ansiosas, mi llegada a Petrer para anunciarme, en su momento, que iba a salir de Negra.
Pero si salir de Negra supone asumir, o por lo menos tener conciencia del trasfondo histórico y simbólico de la filà como institución festera, también y de manera simultánea, se inscribe en la historia individual de cada componente y, en mi caso, suponía mi integración en esta filà.
Las etapas y elementos de mi integración
Momentos después de anunciarme la noticia y de haber visto (y probado tocado y collar del traje), el proceso de mi integración se pone en marcha. Loli y Pepi deciden llevarme al cuartelillo de las Negras para que lo visite de arriba abajo. Nada más llegar subimos a la primera planta y nos adentramos de lleno en un mundo exquisito de fantasía oriental, accediendo al extenso salón y luego a parte de la memoria material de la filà es decir a la colección de tocados alineados en estanterías y trajes, de rica indumentaria que aparecen como testigos de la larga vivencia festera de la filà. Así pues, apenas recuperada de la conmoción provocada por la noticia cuando me invaden sentimientos de asombro y hasta de recogimiento ante tal tesoro y tanto refinamiento, que rezuma y concentra el traje "de guapa" de este año, a punto de ser estrenado. Además, más allá de su aspecto, este traje, como otros en el pasado, refleja la continuidad de la filà de manera material es decir a través de elementos (joyería, aderezos, broches y demás abalorios) pertenecientes a trajes anteriores y utilizados de nuevo en éste.
Nuestra visita tiene otra meta: la de presentarme a otras componentes de la filà y en particular a Carmela, quien me regala, a modo de bienvenida, un anillo cuyo valor reside en su significado (y que llevo puesto a la hora de escribir este artículo).
Llega el domingo y es cuando nos juntamos en el local de abajo, para la Entrada. Hemos quedado a mediodía para ir preparándonos poco a poco es decir para pasar, juntas las últimas horas antes del desfile, juntas. A medida que llega una y otra se hace más patente el buen humor porque es la ocasión para darse besos y abrazos. Por mi parte, al principio y aunque mis compañeras me reservaron la mejor de las acogidas, observo más que participo pues conozco a pocas y pocas me conocen. No sólo por eso no pasó desapercibida sino que me llevan años y que yo les llevo una cabeza, a casi todas.
Es el color negro uno de los elementos que nos unió, tanto el hecho de cubrirnos con "nuestra segunda piel" (mediante medias y camisetas de cuello alto y mangas largas) como el pintarnos, las unas a las otras, la cara y el cuello. Las miradas intrigadas en el espejo reflejan el desconcierto que provoca el verse aparentemente y a primera vista sin facciones, con los ojos y dientes que resaltan. Después de esta primera etapa, dejamos que pase tiempo y nos sentamos alrededor de una mesa de comida, quizás para ir acostumbrándonos a nuestra nueva imagen. Sobre las tres, es hora de ir a retocarnos y pronto se escuchan momentos de silencio interrumpidos por carcajadas nerviosas y es frecuente sorprender alguna que otra mirada perdida en el vacío o en el pasado mientras que yo me alegro de tener la cara pintada de negra para disimular el nerviosismo hecho palidez que sube en mí. Para mi suerte y por turno se completa el maquillaje: Manolita se encarga de ponerme un toque de feminidad en la cara pintándome rayas doradas en los párpados así como los labios, de color rojo.
¡A formar!: la filà como espacio de coerción y de construcción de una identidad colectiva.
Si los preparativos son esenciales para crear la cohesión del grupo, ésta queda simbolizada en la estructura de la filà misma que aparece en el momento de formarla y de marcarse el paso al unisón. Formamos pues bajo las miradas atentas de Loli y Carmela. Por mi altura, debería colocarme en una esquina pero no puede ser ya que no tengo experiencia y Cristina lo tiene muy claro desde el principio: "Laura no puede estar en una esquina pues a ella tenemos que llevarla, no puede llevar ella". Al final acabo tercera por la izquierda, entre Anamari y Mari Paz. Vamos catorce y dos de cada lado.
Aparecemos como un modelo de uniformidad: todas cortadas por el mismo patrón, como se suele decir, o sea iguales (y de hecho cuesta reconocer a una u otra) y parece que la apariencia de cada una se haya diluído en un conjunto variopinto con predominio del color negro de tal manera que una tiene la impresión de dejar de existir -aunque no, de sentir- como individuo. Durante este estado transitorio socialmente aparecemos pues como seres invisibles.
Empezamos a balancearnos, estamos todas cogidas de las manos, que nos apretaremos para avanzar o no. Estamos cadera con cadera y cada paso que damos, lo damos pegando a la pierna de la compañera de al lado. Cuanto más pegada, mejor: somos un bloque que camina de frente con un paso marcial, lo cual requiere o nos obliga a estar hieráticas. Noto lo incómodo que son los zapatos pero a la vez me siento más alta que nunca. Ya me habían avisado: "Ya verás, cuando empiecen a sonar los címbalos, ya no tocarás el suelo, se te olvida todo". De momento, sigo atentamente las instrucciones que me dan Anamari y Mari Paz : "Saca pecho", "aprieta brazo con brazo", "cadera con cadera", "mira de frente" me repiten con toda discreción.
Dichos consejos imponen coerción y obligan a amoldarse a la filà. Prueba de ello es la línea que tiene que formar la filà a la hora de caminar: de perfil no se debe ver más que una silueta. Además esta línea recta se pone a prueba a la hora de tomar una curva, como la de la tribuna delante de la cual nos paramos como para agradecer que se levantaran para aplaudirnos. Tal escena está a punto de dejarme sin respiración pero recobro el aliento cuando Mari Paz me ordena que deje ya de apretarle tanto la mano. Gracias a ella, a partir de este momento, me doy cuenta de lo mucho que nos vitorea el público y de la retahíla de fotógrafos que actúan a sus anchas. El caso es que perdí la noción del tiempo hasta que, en la calle San Bartolomé, escucho a la misma compañera decirme: "arrastra, arrastra, que se termina".
Irremediablemente, se acaba el trayecto de la Entrada, están Carmela y Loli en los brazos de quien caigo, agotada, rota con los pies molidos pero borracha de fiesta. Rompo a llorar (otra vez) de felicidad y ahora, de alivio: desfilar es duro, cuesta mucho aguantar el equilibrio pero ya nada será igual que antes. Ya no soy novata, he pasado esta prueba que requiere tanto esfuerzo y superación.
Si juntas la pasamos, cada una la ha vivido y experimentado a su manera en resonancia con su propio recorrido biográfico. De hecho, para la mayoría de mis compañeras se trataba de vivir de nuevo una experiencia transgresiva (como hace 50 años) y de demostrarse que sí podían volver a estar al pie del cañón para poder decir, de nuevo, años después: "me siento realizada". Para todas, se trataba de un desafio personal, él de avivar un sentimiento festero es decir la ilusión de volver a ser Negra o de serlo, por primera vez, en mi caso.
Así pues una vez disuelta la filà, cada una recobró una visibilidad o existencia social propia y una identidad individual enriquecida (o nueva, en mi caso) por esta prueba colectiva que supone formar parte de una filà y desfilar.
Del significado individual de desfilar en una filà
Esta manera coercitiva de desfilar pegadas y entrelazadas acarrea que una no puede mover -por voluntad propia- más que los ojos y los labios. Estos últimos, yo tardo en poder moverlos para sonreír (o sea una vez pasada la tribuna). En este momento fue cuando se apoderó de mí una sensación embriagadora, plena, exaltante como producida por un elixir: la música. ¿Así es como uno se siente cuando lo lleva la música?
Entonces, entré en un estado segundo, con el oído y la vista a flor de piel, un estado en que tenía plena conciencia de la realidad y de los movimientos que emanaban de mi cuerpo pero sin poder actuar por voluntad propia, es decir que me sentí como si fuera un títere en manos de un duende llamado "filà". Fue como si experimentara un sentimiento de desprendimiento de mí misma pero que al mismo tiempo -y hasta ahora- me permitió sentir cuanto existo como ser y luego como mujer. ¿Quizás este estado de plenitud sea la expresión -al menos es la mía- de la ilusión de ser festera, de ser Negra como manifestación de una razón de ser?
Laura Heuzé alias – Francésa
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