Les carases tienen un rival muy potente con la importación de esa fiesta de Halloween que obliga incluso a compras de disfraces, tema que se ahorraría con las carasas.
El primer día solo se ven a las caraseras, que transmiten la pureza de su tradición de padres a hijos con la danza y el - me coneixes -, son pocas y muy buenas en sus disfraces y mallas caraseras.
El parón que se produce en la plaza de dalt atendiendo a las degustaciones que le ofrece la asociación de vecinos rompe el ritmo del itinerario y por momentos convierten en aburrimiento la espera fluida que rompe el dinamismo de paso de carasas al llegar todas juntas a la plaza de baix y no tener tiempo de verlas bailar su danza y de intentar conocerlas.
El último día se agraba por el adelanto horario y oscurece más pronto, ello obliga a quitarse la carasa siendo ya normal, aunque a muchos no gusta.
Hay que cuidar esta tradición antiquísima ante los modernismo comerciales que vienen, haciendola atractiva, divertida y respetarla como nos la legaron nuestros antepasados.
Pablo Carrillos Huertas
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