“HABLAR DE
FIESTAS ES MUY FACIL”
Artículo de D. Juan José Navarro Beltrán,
maestro de escuela, en la
revista de Moros y Cristianos de 1967
Declaradas nuestras fiestas de interés turístico nacional, sería conveniente hacer
unas consideraciones sobre las
D.Juan José y sus hijos Juan José y Antonio |
En primer lugar que, la pretensión de cada
comparsa de presentar cada año una novedad, debe vigilarse dentro de un
estricto sentido de responsabilidad para que no mate o no esté en contra de la
tradición que la celebración de las fiestas encierra.
Sé que en lo que las fiestas representan hay
muchos anacronismos, pero no los sigamos aumentando y menos exagerándolos para
caer en la ridiculez.
No adoptemos modas o innovaciones que hemos
visto en localidades cercanas donde celebran las mismas fiestas que nosotros
celebramos; allí pueden resultar brillantes, aquí, no.
No quiero decir que vayamos a estacionarnos
hasta anquilosarnos, no, lo que quiero decir es que hay que vigilarlo, que hay
que adaptar lo más posible a la tradición y, dentro de esto, bien venida
cualquier innovación que dé carácter y brillo a nuestra fiesta.
La brillantez de nuestras fiestas es
maravillosa actualmente. Todo es un lujo de color y de luz, un desfile
deslumbrante de bellezas y buen gusto.
Nuestras viejas fiestas se han colocado a una
altura sin parangón dentro de su clase, reconociéndolo así todas las personas
que las admiran, aunque las tengan en sus propias localidades y, cuidado, que
esto es difícil de reconocer.
Pero también quiero hacer una llamada sobre
esto. También hay que vigilar esta brillantez para que no degenere en opereta,
para que no se reduzca todo a un desfile de bellezas, una exhibición de un lujo
deslumbrante sin significado y sin sentido, un barroquismo cercano a la vejez,
a la decadencia.
Lo que más me preocupa es que todo este lujo
y este brillo así como el afán de innovaciones, va atenuando el entusiasmo y
diluyendo cada vez más la tradición.
Hoy es más fácil que nunca cambiar de
comparsa. Cualquier incidente entre comparsitas, incidente que para mí también
es fiesta pero fuera de los días de su celebración, da lugar al cambio de
casaca o a intentar formar una comparsa nueva.
Antes se heredaba el orgullo de la comparsa.
El hijo empezaba a usar, en sus años de niño, las prendas de la comparsa que el
padre usó cuando lo era él. La comparsa era una cosa de la familia y antes de
mudar de comparsa, cuando alguien se separaba de la suya, prefería no vestir ni
formar en ninguna otra.
Yo he
visto ojillos casi en lágrimas, siguiendo, desde fuera, a una comparsa, pero no
formar en otra. Hoy, interesa más divertirse que sentir este dolor y, por eso,
se cambia tanto de casaca buscando la que más nos consienta.
Noto que también se ha perdido el orgullo del
bando: ser moro o ser cristiano. En mis tiempos y, concretamente, en la hora de
la «guerrilla» nadie de un bando pasaría por entre el otro que ha empezado ya a
disparar. Se llevaría mucho cuidado porque sufriría las consecuencias a modo de
los prisioneros.
Antes
no era fácil llegar al punto de partida de la «guerrilla» pero el que hacía
tarde lo procuraba dando verdaderos y a veces molestos rodeos. Todo antes de
pasar por entre el bando contrario. Hoy pasa todo el mundo y hasta a veces con
su música tocando. Esto es lamentable
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