¿Estamos de acuerdo?. El que las personas se pongan de
acuerdo para alguna cosa es algo natural y conveniente, sobre todo si en ello
les va su futuro. Sin embargo se oye decir por ahí que hoy esto no es posible
porque “cada uno ve las cosas de distinta manera”… y “todas son respetables”.
Veamos qué clase de respeto y para ello quizá lo mejor sea darnos un paseo por
el campo y reflexionar en contacto con la naturaleza, la maestra más sabia que
existe y nos enseña muchas cosas. Se nos muestra tal cual es y sin embargo
expuesta a las elucubraciónes de todo
tipo y origen: pues yo la veo así, yo así, yo así,… En fín, está ahí para quien la quiera ver, mirar y
admirar tal cual es..
Segundo
estribillo: “Todas las opiniones son respetables”. Naturalmente. Según el
diccionario respeto es “la justa apreciación de las excelencias morales de una
persona…”. Contiene también otras varias definiciones de respeto, como esta:
“obrar cada uno con entera independencia”. ¿Qué os parece si unimos las dos
frases del principio, cambiando respeto por esta última definición?. Veamos:
“Cada uno ve las cosas de distinta manera… y obra con entera independencia”. Ya
hemos llegado a donde íbamos, es decir, al caos.
Comentábamos la conveniencia de que las personas
practiquen el ponerse de acuerdo sobre algo. ¿Estamos de acuerdo en aceptar y
convivir con el caos, es decir, con la confusión y el desorden?, ¿con el
divorcio, las separaciones, el aborto, la eutanasia, el terrorismo, el
bandidaje, la basura televisiva e internáutica, el deterioro sangrante de la
naturaleza por la especulación?.
¿Estamos de acuerdo en convivir con todo eso y más?. Se tiene la
impresión de haber llegado al punto en el que incluso estas cosas también “cada
uno las ve de distinta manera… y todas respetables”. Dan ganas, verdad, de
salir corriendo y escaparnos a la escuela de la madre naturaleza, la poca que
todavía queda. Miremos con nuestros ojos cómo se nos presenta como una
maravilla de unidad, armonía y belleza, con tonalidades y matices inigualables.
Todo en función del conjunto: la piedra, el árbol, la tierra, el agua, …todo al
servicio y en función de todo, como un don de amor de unas cosas a otras. Nada sobra ni falta. Se trata de una
demostración práctica de la verdadera definición del respeto: cada cosa estima
y aprecia las excelencias de las demás y corresponde siendo lo que es y como
es, en aportación armónica al conjunto, que denominamos naturaleza.
A poco que
meditemos, el testimonio de la madre naturaleza nos hace intuir una especie de “amor”,
total, recíproco, entre y por parte de las plantas, el aire, el agua, la
tierra…. ¿Es posible que exista esa forma de “amor” pleno, desinteresado, ese
“estar cada cosa en función de las demás”?. Reflexionando en este modelo se nos
ocurre pensar si sería posible también entre las personas. Al menos en la
necesidad de que así fuera ¿estaríamos de acuerdo?.
Sumido en
estas ideas, de pronto el vehículo que me traslada se detiene en un semáforo, y
mi pensamiento se desplaza sin poder evitarlo hacia el mismo. Cuando se
presenta en la vida y bruscamente el “rojo” de esa enfermedad, de ese problema,
de esa situación… ¿Qué sucede entonces?. ¿No habíamos dicho que todo es “amor”
–en el genuino sentido del término-?. Por tanto, también esto. Amaré tal
situación, la abrazaré quizá con lágrimas, le daré mi sí, al igual que la misma
naturaleza reacciona positivamente ante cualquier cambio brusco y agresivo que
la altera. Aceptaré el semáforo rojo de la vida cuando sugiere:: espera,
reflexiona, tómate un respiro que no se hunde el mundo. A continuación en el
devenir de la vida, en algún momento, cambia el semáforo del rojo al ambar para decirnos: Seguimos estando de acuerdo
que lo que importa es el amor. Entonces te acepto así, tal cual eres, con tus
virtudes y tus defectos, con lo que sucede y con las cosas como se presentan y
no como a mí me gustaría que fueran. De
pronto el semáforo cambia al verde.
Sin embargo… espera que piense “cada uno
ve las cosas de distinta manera” ¿Y si yo estoy viendo verde y resulta que es
rojo?. Por otro lado, soy muy libre de verlo rojo, porque a ver… Un solemne
bocinazo “bom”, “bom”, desde atrás, nos traslada a la más pura realidad,
reclamando urgentemente la marcha. Caminar, salir hacia adelante, avanzar al
unísono, en orden unos con otros. Por un momento pienso que también las
personas sabemos emular a la naturaleza en el sentido del respeto y seguramente
–quizá por la cuenta que nos tiene-
comprendemos que en el tráfico, como en muchas otras cosas de la vida no
vale aquello de “obrar con entera independencia”, o sea hacer “lo que a mí me
dé la gana”. Dicho de otra manera, un no al caos y al “todo vale”, y un sí al
orden, a la armonía, al estar cada cual en función y respeto a los demás, atentos
al semáforo que todos llevamos dentro. ¿Estamos de acuerdo?. Bueno pues así y
todo algunos no van a estar de acuerdo. Qué le vamos a hacer. Forma parte de la
condición humana. ¿De acuerdo?.
Antonio
Espinosa Martinez
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