viernes, 24 de agosto de 2018

Pequeños placeres




Pequeños placeres

Pequeños placeres que sientan bien al cuerpo y al alma. Armonía de opuestos. Equilibrio entre puntos vulnerables. Valor de la experiencia. Sutilidad de lo frágil y sencillo, de las pequeñas cosas casi inocuas. Dulce sabor a veces de lo amargo, para entendidos. Se comenta por ahí que hay cambio de época y en tanto llegan nuevas formas de lo caduco, porque lo que va más allá del tiempo no perece, afortunadamente, disfrutemos de algunos pequeños placeres, asequibles, gratuitos y que sin hacer daño a nadie resultan exquisitos y sientan bien, que de eso se trata. He aquí exprimidos, unos pocos:

-Adentrarse con el coche por caminos desconocidos.
-Hacer la compra en la tienda más próxima a casa.
-Recrearse con la lectura y relectura de un buen libro.
-Olvidarse del móvil.
-Apagar la tele.
-Ceder el paso.
-Responder con un saludo cuando, galantemente, nos cedan el paso.
-No responder al impaciente que viene detrás bocinando.
-El café, calentito, con los amigos de siempre y con nuevos amigos.
-Escuchar el sonido del agua, o el primer llanto de una criatura, o el silencio del silencio
-Y puestos a escuchar, una buena música con los ojos cerrados.
-No opinar de lo que no conozco, no sé o no entiendo, simplemente porque lo dice la tele.
-No responder a nadie si no he procurado antes comprender bien lo que el otro
ha intentado decirme.
-Dejar el coche e ir a hacer la gestión andando.
-Ver atento y disfrutar de un buen partido, en lugar de desgañitarme
gritando y berreando.
-Dejar de escarbar en la historia, para poner los pies bien firme en el hoy de la
vida.
-Preguntarme por qué y para qué estoy en este mundo.
-Disfrutar de un buen caldo.
-No preparar mi defensa cuando al otro “lo veo venir”.
-Visitar a un amigo enfermo.
-No adquirir lo que no necesito o no me hace falta.
-Fijarme en ese árbol muy alto, que cada día cruzo y que quizá quiera decirme algo. Y preguntarme o preguntarle para qué, para quién o porqué se hizo tan
esbelto y frondoso.
-Saborear una buena fruta, despacio.
-Pensar en las comodidades que tenemos y de las que no disfrutaron
nuestros antepasados. Y agradecerlas. Y disfrutarlas, valga la redundancia.
-Estar al cien por cien concentrado en el momento presente.
-Aceptar lo que es.
-No usar esa prenda, simplemente porque está de moda
-Encontrar a Edu por la calle y dialogar coloquial, fraternal y
amistosamente con él, aprendiendo siempre de su inspirada elocuencia.
-Hablar, largo y distendido, con un agricultor de toda la vida.
-Aceptar que un aparato eléctrico se pueda estropear.
-Decir si o no, cuando conviene y a su tiempo.
-Felicitar en los cumples.
-No esperar que te lo agradezcan todo. Algunas cosas podría haberlas hecho
mejor.
-No meterme donde no me llaman y donde me llaman tratar de hacerlo con
mucha delicadeza y cuidado, para no molestar.
-Empezar a cambiar el mundo, comenzando por mí.
-Dejar las “piedras” como están y donde están, porque debajo de algunas suele haber “gusanitos”.
-Un trozo de pan caliente, con una chorrada de aceite y un poco de sal.
-La arruga es bella. Si es de una persona mayor doblemente bella. Admirarla.
-Una oportuna llamada telefónica para aclarar un malentendido y restablecer alguna relación familiar o amistosa inexplicablemente dañada , como suele decirse “por una tontería”.
-Comprobar con satisfacción que nadie hace caso ya a la televisión en las cafeterías y que algunas ni la encienden, prevaleciendo el café y la conversación
-Por cierto, chocolate con churros.
-Saludar por la mañana al nuevo día, como si fuera el primero de la vida.
-Recibir todavía una carta y la satisfacción de abrir el sobre.
-Diálogo coloquial y amistoso con quien sabes tiene opción distinta a la tuya, pero prevalece en él la persona por encima de ideas e intereses partidistas.

-Poder compartir estas pequeñas reflexiones, asomándome a La Ventana del Vinalopó y que puedan servir a alguien. no es un pequeño placer, sino grande, que se ha filtrado aquí en un descuido.

Antonio Espinosa Martínez

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