Pequeños
placeres
Pequeños
placeres que sientan bien al cuerpo y al alma. Armonía de opuestos.
Equilibrio entre puntos vulnerables. Valor de la experiencia.
Sutilidad de lo frágil y sencillo, de las pequeñas cosas casi
inocuas. Dulce sabor a veces de lo amargo, para entendidos. Se
comenta por ahí que hay cambio de época y en tanto llegan nuevas
formas de lo caduco, porque lo que va más allá del tiempo no
perece, afortunadamente, disfrutemos de algunos pequeños placeres,
asequibles, gratuitos y que sin hacer daño a nadie resultan
exquisitos y sientan bien, que de eso se trata. He aquí exprimidos,
unos pocos:
-Hacer
la compra en la tienda más próxima a casa.
-Recrearse
con la lectura y relectura de un buen libro.
-Olvidarse
del móvil.
-Apagar
la tele.
-Ceder
el paso.
-Responder
con un saludo cuando, galantemente, nos cedan el paso.
-No
responder al impaciente que viene detrás bocinando.
-El
café, calentito, con los amigos de siempre y con nuevos amigos.
-Escuchar
el sonido del agua, o el primer llanto de una criatura, o el silencio
del silencio
-Y
puestos a escuchar, una buena música con los ojos cerrados.
-No
opinar de lo que no conozco, no sé o no entiendo, simplemente porque
lo dice la tele.
-No
responder a nadie si no he procurado antes comprender bien lo que el
otro
ha
intentado decirme.
-Dejar
el coche e ir a hacer la gestión andando.
-Ver
atento y disfrutar de un buen partido, en lugar de desgañitarme
gritando
y berreando.
-Dejar
de escarbar en la historia, para poner los pies bien firme en el hoy
de la
vida.
-Preguntarme
por qué y para qué estoy en este mundo.
-Disfrutar
de un buen caldo.
-No
preparar mi defensa cuando al otro “lo veo venir”.
-Visitar
a un amigo enfermo.
-No
adquirir lo que no necesito o no me hace falta.
-Fijarme
en ese árbol muy alto, que cada día cruzo y que quizá quiera
decirme algo. Y preguntarme o preguntarle para qué, para quién
o porqué se hizo tan
esbelto
y frondoso.
-Saborear
una buena fruta, despacio.
-Pensar
en las comodidades que tenemos y de las que no disfrutaron
nuestros antepasados. Y agradecerlas. Y disfrutarlas, valga la
redundancia.
-Estar
al cien por cien concentrado en el momento presente.
-Aceptar
lo que es.
-No
usar esa prenda, simplemente porque está de moda
-Encontrar
a Edu por la calle y dialogar coloquial, fraternal y
amistosamente
con él, aprendiendo siempre de su inspirada elocuencia.
-Hablar,
largo y distendido, con un agricultor de toda la vida.
-Aceptar
que un aparato eléctrico se pueda estropear.
-Decir
si o no, cuando conviene y a su tiempo.
-Felicitar
en los cumples.
-No
esperar que te lo agradezcan todo. Algunas cosas podría haberlas
hecho
mejor.
-No
meterme donde no me llaman y donde me llaman tratar de hacerlo con
mucha
delicadeza y cuidado, para no molestar.
-Empezar
a cambiar el mundo, comenzando por mí.
-Dejar
las “piedras” como están y donde están, porque debajo de
algunas suele haber “gusanitos”.
-Un
trozo de pan caliente, con una chorrada de aceite y un poco de sal.
-La
arruga es bella. Si es de una persona mayor doblemente bella.
Admirarla.
-Una
oportuna llamada telefónica para aclarar un malentendido y
restablecer alguna relación familiar o amistosa inexplicablemente
dañada , como suele decirse “por una tontería”.
-Comprobar
con satisfacción que nadie hace caso ya a la televisión en las
cafeterías y que algunas ni la encienden, prevaleciendo el café y
la conversación
-Por
cierto, chocolate con churros.
-Saludar
por la mañana al nuevo día, como si fuera el primero de la vida.
-Recibir
todavía una carta y la satisfacción de abrir el sobre.
-Diálogo
coloquial y amistoso con quien sabes tiene opción distinta a la
tuya, pero prevalece en él la persona por encima de ideas e
intereses partidistas.
-Poder
compartir estas pequeñas reflexiones, asomándome a La Ventana del
Vinalopó y que puedan servir a alguien. no es un pequeño placer,
sino grande, que se ha filtrado aquí en un descuido.
Antonio
Espinosa Martínez
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