domingo, 14 de marzo de 2021

EN MEMORIA DEL MAESTRO DON JUAN JOSE NAVARRO MARZO 1995--MARZO 2021

 

D. Antonio y Dña. Laure,  Dña. Carmen  y D. Juan José.

 Aquella noche, a pesar de estar en el mes de marzo  hizo mucho frío durante el día también, pero no impidió que se luciera el acto de bendición de la nueva bandera de la comparsa  de  Estudiantes  y la celebración de un aniversario más del Campus. El pasacalle empezó pasadas las once y media de la noche en un ambiente festero bastante caluroso y muy frío en los pocos mirones que estoicamente esperaban el paso de la comparsa de Estudiantes.

Antes de empezar, y mientras los músicos afinaban y daban calor a los instrumentos, le vi que se acercaba a nosotros y se paró en la misma puerta del Campus, donde estaba todo el mogollón de festeros y músicos dispuestos para empezar la gloria del desfile. Se quedó mirándonos, con las manos en los bolsillos y el cuerpo un tanto comprimido por el frío.

 Don Juan José, el que  fuera  mi maestro en mi infancia,  estaba atento, muy atento, contemplando la comparsa de sus hijos y nietos, la comparsa de sus seres queridos. Sonaron los primeros compases y su semblante cambió y la huella del frío desapareció de su rostro, pues su corazón empezó a latir fuerte y magnificó su semblante.  La comparsa salió muy alegre, con esa alegría desbordante impregna de la juventud que la caracteriza.  Él nos seguía. A veces junto a la acera, otrora, detrás de la banda, en el último puesto, donde forman los que siempre están, los que no se notan, los que llevan en su espíritu la felicidad más radiante, el sentimiento más auténtico que ya sólo necesitan el calor de la comparsa para confortarse. Él iba solo, sin hablar con nadie, ni nadie hablara con él, pero atento, muy atento. Había estado enfermo y tenía muchos años y vivencias, quizá por ello pensó que era importante impregnarse de los sentimientos que le sustentaron toda su vida. La fiesta, los Estudiantes y su bienhechor San Bonifacio, por el que sentía pasión.

 Él siempre fue un hombre de sentimientos festeros profundos, y rechazo siempre la competición  de las comparsas, a pesar de que yo nunca le vi vestido de festero. Siempre iba con su gorro y a distancia de la comparsa. Le escuché muchas veces hablar de la fiesta de antaño, que no era ésta, por supuesto, en la que se compartían sentimientos, pocas viandas, y  mucha alegría y también aburrimiento, pues había quien terminada la entrada se iba a regar al bancal y luego se incorporaba al siguiente acto. Y es que, antes, salía poca gente a la fiesta por razones obvias. Entonces la fiesta era más devoción, por lo menos así lo era para él y unos cuantos más hombres de fiesta que conocí de su edad e incluso mayores.

 La comparsa pasó por la puerta de la casa del que fuera su presidente, Pedro Herrero. Otro momento álgido, tenso, muy tenso, pues Pedro se encontraba enfermo. No sé si pudo o no asomarse a su ventana, quizá no, sabiendo que por la calle pasaba un trozo importante de su alma. En la calle brotó un sentimiento de afectividad.  Mientras desfilábamos, no dejé de pensar en aquel hombre bajito, de pelo blanco y rizado, gafas y mirada seria, muy seria, pues por lo menos así me parecía a mí, que fue mi maestro de niño y de tantos otros. Él, cuando hablaba de la fiesta se emocionaba, remontándose a tiempos del tío Pajuso, del Fermanillo, y de una fiesta que no era espectáculo, ni feria de vanidades, ni trampolín de nada. Eran tiempos de afirmación fuerte y el que era, lo era de verdad, él y toda su familia, y no se podía cambiar sin llegar a rozar el drama familiar. No fue posible aguantar semejante exageración, pero así fue y lo fue durante muchos años.

 La comparsa llegó a su fin. Habían terminado la serie de actos con feliz resultado. Miré y ya no le vi. Quizá estaba ya durmiendo, o seguramente soñando en su pueblo florido, con aromas de dulce mayo y las ilusiones de su juventud. Ahora, en la cama, muy calentito, sabía que los suyos estaban con los Estudiantes, en esa fiesta que por distinto camino se dirigía al mismo fin. Porque hacer fiesta es, sin lugar a dudas, hacer PUEBLO, y ello es muy importante para la convivencia. Seguro que lo pensó él, allí, calentito, junto a sus sueños de felicidad.  Su alumno que ya peinaba canas.

 F. MAÑEZ INIESTA

 

 

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