miércoles, 24 de diciembre de 2014

Cuento de navidad solidario, por Inmaculada Vidal-Psicóloga



Y RECORDAD: “SÓLO TENEMOS EL MOMENTO PRESENTE… MAÑANA DIOS DIRÁ”…

Había una vez una niña que pertenecía a una familia modesta… dentro de su vida sencilla desconocía que existían otros niños que podían pasar hambre y otras necesidades…

Unos días antes de la Navidad, acudió con su madre a la tienda del pueblo para comprar todo lo que necesitaban para esa cena tan especial… la cena de Nochebuena… Todos los años, sus padres, aún siendo simples trabajadores, conseguían llenar la mesa de platos y manjares, de alegría y cantos de villancicos… ¡qué noche tan especial!, pensaba la niña, y sentía cómo la ilusión vestida de impaciencia iba recorriendo su cuerpo como un dulce hormigueo…

Al otro lado de la tienda había un niño de su misma edad, miraba con ojos brillantes los dulces expuestos en esas preciosas e iluminadas vitrinas.

De repente, una mujer con aspecto triste y cansado pagó su pequeña cuenta: leche, galletas, pan y mantequilla.

La mujer tuvo que llamar varias veces al niño absorto ante tal escaparate, cuando éste giró su mirada, el brillo había desaparecido y se había convertido en dos lágrimas.

La niña quedó impactada… llegó a casa y no paraba de pensar en el niño, pasaban los días y su cabeza volvía a recordarle aquellos ojos…

Por fin, la noche esperada… y la ilusión le hizo olvidar lo que días atrás no podía parar de recordar…

Antes de cenar, salió con sus amigos a pedir el aguinaldo… tocaban a las puertas y la gente les regalaba golosinas… Pero llegaron a un portal y al tocar salió el niño a recibirlos, llevaba en sus manos unas galletas, que ofreció con una gran sonrisa a los demás niños…


Todos los amigos salieron corriendo en busca de una nueva puerta en la que tocar pero la niña se quedó observando por la ventana lo que ocurría en aquel hogar… ¡NO habían sobre la mesa grandes manjares, sólo tazones de leche, galletas, pan y mantequilla…!

Regresó a su casa, explicó a su madre lo que había visto y le pidió parte de la cena que habían preparado para esa noche…
De nuevo tocó en esa puerta pero, en esta ocasión, era ella la que sonreía manteniendo entre sus manos una bandeja de dulces y su madre dos grandes platos… Sin mediar palabras lo entregaron, se miraron y volvieron a casa…

Aquella fue la Nochebuena más especial de toda su vida… la que jamás olvidó y quedó impregnada en su corazón…

Los años pasaron y esta niña se convirtió en una mujer… Cada vez que iba a comprar añadía a su carrito “algo” para entregar a una asociación local solidaria, que se dedicaba a repartir alimentos entre las personas más necesitas y sin recursos.

Aquello fue un ejemplo para muchas personas, que comenzaron a imitar su generoso gesto… convirtiéndose aquel pequeño pueblo en un ejemplo vivo de amor hacia los demás…

Pasaron los años y aquella mujer se convirtió en anciana… una anciana que prosiguió su viaje con un corazón en paz…

Pero aquí dejó hijos y estos hijos trajeron más hijos… y como la vida da tantas y tantas vueltas, lo que un día está arriba, mañana puede estar abajo y así fue…

Gracias al corazón blanco y puro de aquella mujer, sus biznietos también pudieron celebrar la cena de Nochebuena porque… todo lo que damos se nos es devuelto de muchas maneras, simplemente hay que estar despiertos para ver la magia sencilla de la vida y disfrutar de sus maravillosos regalos…

Todos podemos formar un gran corazón blanco, cuyos latidos lleven la energía del amor, la tolerancia y la bondad a este pueblo, a otros pueblos… éste sí es el gran espíritu de la Navidad y, sobre todo, el verdadero espíritu como seres humanos que somos…

Y RECORDAD: “SÓLO TENEMOS EL MOMENTO PRESENTE… MAÑANA DIOS DIRÁ”…


Autora: Inmaculada Vidal Peiró (Psicóloga)

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