jueves, 29 de marzo de 2012

Carta a María José Català. Con cariño.

Estimada María José:

No me gustaría que lo tomaras como un atrevimiento por mi parte, pero… ¿te puedo llamar “mamá”? No se trata de una expresión con dobles intenciones ni me gustaría que buscaras interpretaciones ocultas, es simplemente la palabra que han susurrado mis labios conforme iba desgranando las palabras tan llenas de dulzura que has destilado en tu afectuosa carta.

Por fin alguien me ha dicho que la Consellería de Educación es mi casa. No he podido menos de sentirte a ti, que estás a su cabeza, como la mamá. Sin embargo, percibo que un halo de pudor te ha movido a llamar a los demás profesores “su gente” (de esta casa); cuando lo ideal habría sido que nos llamaras “hermanos” o, pensando en una familia extensa, “primos”. Aun así, a ti sigo viéndote como la madre, la mamá para todos nosotros.

Ahora entiendo tus muchos desvelos. Tú y los tíos, tus compañeros de partido, os habéis preocupado mucho por nuestra salud: “Estos nenes me han salido flojuchos. Siempre están enfermos”. Nuestro tío Felipe se atrevió a decir que el 27% de nosotros siempre estaba enfermo. Pero, mamá, ¡que esto es una casa, no un hospital! ¡Qué ocurrencia!, ¿verdad? Si es que al tío Felipe nunca se le han dado muy bien las matemáticas.

Debe ser algo de familia, porque todos tenéis esa tendencia a exagerar un poco. ¿Te acuerdas cuándo dijisteis que os estabais gastando con nosotros el triple de lo que se gastan otros padres? Es que no lo podéis evitar. Pero no te culpo: me he dado cuenta de que todos los padres y madres acaban exagerando las cualidades de sus hijos: que si es muy alto para su edad, que si ha salido muy listo…; a veces también exageráis las cualidades negativas, porque así llamáis un poco más la atención: que es muy gandul, que no le gusta leer, que no hay manera de que estudie más… ¡Yo qué sé la de cosas que diréis de nosotros cada vez que os juntéis! Yo sé que exageráis, pero no lo hacéis con mala intención; simplemente, no lo podéis evitar: es el cariño que nos tenéis el que hace que habléis así.

Hay un momento en que he percibido un atisbo de dolor por tu parte: cuando has hablado de intenciones ocultas. No te sientas mal por ello. Yo, que ya soy mayor, sé que los padres y las madres a veces tienen intenciones ocultas en las cosas que les dicen a sus hijos. Si un padre le dice a su hijo que se tiene que acostar pronto, porque si no el ratoncito Pérez no le va a traer ningún regalo, no lo hace porque realmente crea en este simpático roedor, sino porque tiene la intención oculta de animar al niño a acostarse para así él poder dejarle la sorpresa. Su intención oculta está, en realidad, cargada de bondad. Por eso, a mí no me preocupa que alguien piense que detrás de tus actos hay intenciones ocultas, porque sé que, al igual que las demás madres, lo haces por nuestro bien. Lo que sí me preocuparía es que las intenciones, ocultas o expresas, fueran malas, pérfidas, ruines, miserables, malévolas. No, yo nunca creeré, después de leer tu afectuoso escrito, que nada semejante pueda haber detrás ni delante de todas tus manifestaciones, como tampoco creo que a los tíos les haya pasado nada semejante por la cabeza. Cuando habéis volcado información falsa, incompleta, manipulada en los medios de comunicación, nunca ha sido por hacernos daño; sólo para ver si así, como haría cualquier otra madre, nos animabais a cambiar, a mejorar. Han sido como regañinas que, en el fondo, os dolían más a vosotros que a nosotros. Cuando habéis recortado nuestros derechos, lo habéis hecho porque nos estabais malcriando, porque si no, igual sólo buscábamos formarnos, estudiar y prepararnos pensando en la compensación económica, y vosotros queréis que lo hagamos de manera altruista. Cuando habéis intentado poner en nuestra contra a los padres o a la sociedad en general…, no sé, aquí reconozco que me cuesta entenderlo un poco más, pero ahora que te conozco mejor, supongo que ha sido para fortalecer nuestro espíritu, nuestro temple. Gracias, porque no sólo os habéis preocupado por nuestras necesidades económicas, sino, sobre todo, por nuestra formación moral. Habéis sido todo un ejemplo para nosotros.

Me ha gustado mucho eso que dices, que nosotros somos los principales actores. Es muy bonito, pero aquí también te ha traicionado un poco la pasión de madre. Tú sabes que en el teatro o en el cine, la historia la llevan el guionista y el director. El guión creo que os lo ha marcado el tío Mariano. ¿Qué tal está? Ya hace tiempo que no lo vemos por aquí. Y de directora puedes estar tú misma, ¿quién mejor?, ¿por quién vamos a sentirnos mejor dirigidos?

Perdona, mamá, que me haya extendido un poco; pero, tienes razón: hacía tiempo que no nos comunicábamos. Espero que a partir de ahora podamos hacerlo más frecuentemente.

Gracias por hacernos sentirnos como en casa. Ya nos hacía falta. Espero verte pronto para devolverte el abrazo tan cariñoso que nos has enviado y, si me lo permites, darte también un filial beso.

Tu afectuoso hijo,

Fernando

PD: Afectuosa respuesta a la afectuosa carta que nos ha enviado la Consellera de Educación, Doña María José Català Verdet.


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