domingo, 20 de octubre de 2013

No me resigno


dibujar un mapa que no me pertenece y que otros trazan por mi. No me resigno, pero no sólo a eso, sino también a:
  • Esperar a que abran puertas por mi.
  • Obtener permiso.
  • Agachar la cabeza y asentar sin preguntar que podría pasar si no hago caso.
  • Creer que debes haber nacido con un don especial para cambiar las cosas.
  • Cualquiera no puede hacer que sus sueños sucedan.
  • No hacer cosas que no sé y aprenderlas.
  • Llevar mi vida a un lugar donde no haya playa.
  • Temer a la incertidumbre.
  • Admitir que no tengo miedo a nada.
  • Memorizar lo que hay en un libro de texto.
  • Cumplir con las normas basadas en la estandarización.
  • Encajar en un sistema que luego te ignora como a todos.
  • Categorizar o encasillar a las personas.
  • Dejar que la intensidad se escape por el rabillo del ojo izquierdo mientras me ducho.
  • No fallar por hacer algo nuevo.
  • Seguir instrucciones que te dicen cómo actuar, cómo ser y qué decir si algo va mal – o bien.
  • Depender de un profesor, jefe o cliente.
  • Pensar que mi trabajo es mandar tweets o publicar fotos en facebook.
  • Parafrasear lo que un estudio de Nielsen ha dicho y no lo que yo pienso y creo.
  • Evitar colocarme en la línea de fuego más prominente.
  • Ser invisible o unánime en la falta de feedback.
  • Trabajar para todo el mundo.
  • Intentar complacer a los críticos.
  • Vivir una vida que no me hace feliz.
  • Dejar pasar la vida sin extraer hasta la última gota de su jugo.
  • Ignorar a la vocecita que llevo dentro de mi.
  • Aceptar que la gente no debe ser empujada más allá de lo que nunca antes nadie le había empujado.
No me resigno a no adueñarme de todo aquello que sé que puede marcar la diferencia.
Nunca es tarde para no resignarse de aquello que no sientes tuyo, resígnate y haz algo por cambiar el resultado.

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