miércoles, 28 de septiembre de 2022

UN CANCIONERO CON AGUJERO

UN CANCIONERO CON AGUJERO 

Tras llegar a mis manos el librito de “Canciones populares eldenses” editado por nuestro  Ayuntamiento, vi la iniciativa digna de elogio, por la voluntad de preservar, tanto en medio  escrito como digital, todo aquello que documenta nuestro pasado. Como se ve, no empleo la  palabra “tradición” para referirme a estas canciones, porque en mi opinión, y con todo el respeto  para las opiniones contrarias, no han llegado todavía a ese rango, ya que, el término “tradición”, se utiliza para denominar costumbres transmitidas de generación en generación, y mantenidas  durante un tiempo suficientemente largo, como para ver el asentamiento de esa transmisión,  cosa que para mí todavía no se ha producido. 

Pero eso es lo de menos. Fuera tradición o costumbre, la decisión era positiva, y ya  teníamos en soporte de futuro, datos que nos hablaban de tiempos pasados, de las apreturas  económicas de los eldenses de aquel tiempo, de personajes populares... hasta que en esa lectura  llegué a una cancioncilla dedicada al pueblo de Petrer, y ahí tuve que parar. 

En ella se reflejaba la rivalidad que durante largos años mantuvieron ambos pueblos, y  que se traducía en el uso de expresiones muy conocidas por todos, que muchas veces eran  empleadas en el ámbito del humor, con más o menos gracia, pero en otras, servían de  provocación e insulto al contrario, terminando en ocasiones de manera nada amistosa. 

Su lectura me transportó a un tiempo en el que el respeto a los otros, y mucho más a los  vecinos del otro pueblo, presentaba grandes agujeros, especialmente en grupos cuya mejor  diversión era irse a la frontera a tirarse piedras unos a otros, o utilizar insistentemente los  apelativos de “cagaldero”, “petrolanco” o “rabudo” para provocar al contrario. 

Y esta lectura me rechinó en la mente, sin saber interpretar por qué, hasta que caí en la  cuenta de que la cancioncilla, hoy en día, sacada del contexto temporal en el que fue escrita, y  con la evolución social que se ha producido, suponía una falta de respeto a nuestros vecinos. Igual que ha ocurrido con muchas otras palabras y conductas, que durante muchos años han  sido parte de la costumbre popular, hasta que nuevas formas de ver la realidad las han juzgado  insultantes, y/o irrespetuosas, promoviendo una autocensura en todos nosotros, que las llevará 

a su desaparición por falta de uso. 

Estamos en un tiempo, en el que desde las administraciones se fomentan nuevas formas  de expresarse, que están calando en la mayoría de la población, en las que se recomienda  renunciar al uso de determinadas palabras, que hasta hace muy poco se utilizaban para  identificar coloquialmente a determinadas personas, y que hoy se valoran como ofensivas. 

Se nos está suministrando sutilmente, y sobre todo a través de los medios de  comunicación, una nueva educación, cuyo objetivo es que el respeto a los demás -a todos los  demás-, sea nuestra primera norma de vida; que sea el filtro que indique si nuestros actos son  correctos o no. 

En donde se ha visto primero los efectos de esta nueva educación, ha sido en el humor -precisamente lo que sustenta esta cancioncilla-. Los humoristas y contadores de chistes han  debido replantearse todas sus fórmulas, porque en muchos casos, sus recursos para hacer reír se sostenían en apelativos, que hoy son considerados como políticamente incorrectos, pero creo  que todos sacrificamos sin dudar esa pérdida de humor, a cambio de un aumento en eso que  tanta falta hace, que es el respeto.

Explicado esto, conviene aclarar que esta crítica no va dirigida al grupo que las canta  durante las fiestas patronales. Ellos ejercen su libertad de expresión, y el que quiere las oye, e  incluso las acompaña, y el que no, se marcha. Cada uno, según su sensibilidad, es libre de hacer  lo que considere. Lo que sí considero criticable es la decisión por parte del Ayuntamiento de  incluirla en el libro, simplemente por falta de coherencia. 

Porque… ¿Es coherente estar luchando hoy por un mayor respeto hacia todos: mujeres,  niños, animales, y mil y un colectivos, y por el contrario, fomentar el recuerdo de estas antiguas  situaciones?  

Si esto se convirtiera en una tradición, ¿se habría subvencionado el mantenimiento de  generación en generación, para mayor conocimiento de nuestros jóvenes, de la mejor manera  de provocarse ambos pueblos? 

¿No sería mejor leer las publicaciones que se van a subvencionar antes de hacerlo,  aplicando el filtro del respeto antes mencionado?  

Alguien podrá apelar a la libertad de expresión y prensa, pero estaría equivocado. Eso  es para las editoriales privadas, no para un Ayuntamiento que representa todas las mentalidades  y sensibilidades, y que además debe luchar siempre por mantener la mejor relación con el  Ayuntamiento vecino, como de hecho se está haciendo.  

¿No hubiera sido mejor subvencionar sólo la conservación del patrimonio digno de ser  guardado, y dejar el otro a la suerte de la transmisión oral?  

Alguien podría igualmente aducir: ¿y quién sabe lo que es digno o no? La respuesta es  muy fácil. Lo digno es, lo que no cruza las cuatro rayas que delimitan lo que es el respeto a los  demás, y creo que ese espacio lo tenemos claro todos.  

Para terminar, debo decir, que quisiera que estas líneas fueran consideradas con el  espíritu con el que han sido escritas, no como una crítica a la labor municipal -sé que hay una  gran voluntad por ayudar a la cultura y las fiestas-, sino como una llamada de atención a afinar  los criterios, a la hora de prestar apoyo a cualquier iniciativa, con el fin de evitar este tipo de  contradicciones. 

Eduardo Navarro Romero

 

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