miércoles, 15 de julio de 2020

VACACIONES


Francisco Máñez Iniesta

Recuerdo que hace algunos años una persona me comentó, que el periodo de vacaciones estaba concebido únicamente para el descanso físico, en el cual las células agotas pudiesen regenerarse, para
volver a iniciar la tarea cotidiana del trabajo como finalidad suprema de la persona.

Entonces, se trabajaba como norma admitida, hasta altas horas de la noche; los sábados y muchísimos domingos hasta el mediodía, logrando que la persona fuese una máquina más, dentro de los medios de producción.

En la Edad Media se trabajaba bastante menos y se supone que no eran muy racionales. Pero, afortunadamente, aquella pesadilla ya pasó y hoy el concepto de vacaciones tiene importantes
connotaciones culturales y sociales en la vida de las gentes que pueden viajar. Viajar es vencer, decían los árabes.

Hoy, por supuesto, existen diferentes alternativas y modos para cubrir el tiempo de
ocio. Las agencias de viajes están repletas de folletos mostrándonos vistas bellísimas de montañas, monumentos, playas exóticas... con el fin de recabar la atención del viajero, que como persona busca, en este tiempo, el enriquecimiento personal.

Ante todo ello, permitidme que os sugiera, si os place, otra alternativa aplicable a cualquier viaje. Yo os sugiero, que cuando salgáis, no os quedéis sólo mirando el paisaje, porque, como escribió Amiel, un paisaje cualquiera es un estado del alma. Lo importante es buscar el alma de los pueblos, de las
gentes extrañas que os parezcan interesantes, porque en cada persona hay un paisaje distinto y
asombroso; puede, que en algunos, ese paisaje no sea bello, pero os aseguro que será conmovedor,
saber contemplarlo sólo es privilegio de quienes saben apreciarlo.

Veréis paisajes maravillosos y también ruinas muertas, petrificadas, aunque la sangre caliente
fluya en sus rostros. Salir de viaje es conocer el mundo que nos rodea; pero, también hay un
mundo distinto dentro de cada persona en particular que es el que da sentido a la vida y es donde la
gente procura vivir, aunque sea en permanente contradicción.

Es cierto que tenemos conciencia de que existimos a través de los sentidos; todo lo que no
vemos bien, olemos, gustamos y tocamos bien, con pleno conocimiento de lo que hacemos, no existe en nuestra memoria. Por ello, yo te sugiero, que si emprendes el camino de la aventura de vivir de un
modo distinto al habitual, procura ver lo que te enseñan y lo que tratan de ocultarte; escucha lo que
te dicen los parlanchines de turno y lo que dicen los que están fuera de la ruta; huele los aromas que
para ti preparan y los que da la vida; prueba lo dulce y también lo amargo, pues tal vez el auténtico sabor esté entre ambos; y por supuesto toca y acaricia lo que puedas, porque por el tacto se llega a
comprender lo que nos llega por los otros sentidos.

Recuerda el viejo adagio que dice «Allá donde fueres haz lo que vieres» y puede que al final del
viaje, hayas tenido la suerte de encontrarte a ti mismo; porque un hombre, antes, no era una
máquina, y ahora, no es un ordenador al que previamente hay que programar, porque en definitiva
continúa existiendo el peligro de alineación.

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