domingo, 16 de septiembre de 2012

ESA MALDITA MANÍA DE FILOSOFAR

He tenido tiempo este verano de recorrer senderos de lectura que creía no volvería a retomar, caminos que me han llevado a clásicos de la filosofía y el pensamiento. Clásicos imprescindibles en la turbulenta actualidad, que nos ayudan a sintetizar el pasado para que entendamos el presente y procurar que no nos equivoquemos en el futuro. Es cierto; me he entusiasmado con Platón, con Heráclito de Éfeso, Sócrates, Diógenes… Cómo iba a pensar que retomaría lecturas suyas (poco a poco y sin aspirina), o acudir a la lectura de maestros del pensamiento como Confucio, Maquiavelo, Descartes, Voltaire, Rousseau, Kant, Nietzsche… (¡cuánto me queda por descubrir!).

 
Cuando me obligaron a leerlos repetía “no es útil para nada”, solamente  aportaban más dudas a la ya convulsa vida cotidiana de un adolescente y no me aportaban ninguna respuesta, o mejor, no encontraba respuestas. Pensaba que todos esos pensadores vivían en las nubes, excéntricos apartados de la realidad.
 
Sin embargo, muchos, muchos años después, encuentro en su lectura el facilitarme la capacidad de enfrentarme inteligentemente con los problemas prácticos con los que me encuentro personal y profesionalmente. Me enseñaron que un problema teórico se resuelve cuando se conoce la respuesta (es lo que me pasaba, con mi limitada memoria, en matemáticas y ciencias); en cambio los problemas prácticos no se resuelven cuando se halla la solución, sino cuando la ponemos en práctica, que suele ser lo más difícil, porque entran en juego ideas, creencias, intereses, miedos… (de ahí creo me vino la atracción al mundo político).
 
Estoy en un proceso donde necesito, deseo… conocer, explorar, hacerme preguntas, comprender lo que pasa, juzgar adecuadamente… reflexionar críticamente. Desde esa posición tengo la oportunidad de ver las relaciones y actividades humanas desde otra perspectiva. Cada vez profundizo más en aprender a qué atenerme, orientarme entre tantas ideas y propuestas, ejercer el pensamiento crítico para que les cueste más engañarme, no dejarme manejar como una oveja y saber identificar a las personas tóxicas en mi vida.
 
Los escritos –advierte Platón–, en lugar de hacer sabios a los hombres, pueden llevarles al olvido de la sabiduría, producir en ellos engañosamente la ilusión de creerse sabios cuando tan solo son, si acaso, eruditos; y ello porque “no recordarán desde su interior, sino de un modo externo”. Tanto Platón como Nietzsche son sumamente selectivos con su compañía, este último afirma “¡Ah, qué tedio me infunden esos hombres sabihondos y óptimos, esos cazadores que vuelven sombríos de la selva del conocimiento puro! Tienen espinas, pero no veo en ellos ninguna rosa”.

“No hay que dejarse impresionar demasiado por la experiencia de los libros si ello va en detrimento de la experiencia viviente: la vida no es lo que está escrito en los tratados”. Y es verdad, comparto totalmente en lo de que la experiencia de un vivir activo es insuplantable e insustituible. Las teorías, los complejos conceptos que los libros proporcionan, precisan, para ser justamente entendidos, estar influenciados por la propia experiencia vital. A su vez, lo meditado, lo comprendido ante el estímulo de los escritos, sirve para que el vivir sea más consciente, más enriquecedor.
 
Con los escritos se puede dialogar, pero de una manera limitada, ya que –como dice Platón– “si alguien les dirige la palabra para aclarar su significado, seguirán expresando una sola cosa, y siempre la misma”. No será, por lo tanto, sólo a través de los libros como podremos aspirar a construir nuestra evolución personal, sino intentando realizar lo que enseña aquella antigua sentencia lapidaria: “Primum vivere, deinde philosophare” (primero vivir, después filosofar).
 
Hay que saber para saber actuar bien. Estoy intentando vivir de una manera mucho más inteligente, a pesar de que el entorno social actual, es más deprimente que impulsador “¡Qué difícil es no caer cuando todo cae!” se quejaba Antonio Machado. Intento enriquecer mi cultura para comportarme más inteligentemente; me supone un gran esfuerzo por la falta de práctica. Sigo reforzando mis pilares personales que me aportan la estabilidad necesaria.
 
He incluido en esta entrada del Blog, el fruto de conversaciones con dos grandes Mecánicos de Sueños con los que comparto mucho más que pensamientos; tanto Juan Rubio como Clemente Juan, como yo, estamos convencidos de que la educación debe poner en práctica los pensamientos filosóficos que nos muestran un camino que lleve conjuntamente a las futuras sociedades la inteligencia y la emoción, de una forma comprometida y responsable, justificada y legítima y, hablamos de la educación que va mucho más allá,  la que tiene la facultad de definir al ser humano: el lenguaje, las emociones, la convivencia, la conducta, la voluntad, la libertad, la cultura…
 
Estoy convencido que la evolución hacia una nueva sociedad, con nuevos valores y comportamientos, se conseguirá mucho más desde el impulso a la educación que desde manifestaciones y barricadas.
 
Para ello, debemos de ser conscientes de dar un paso más allá, no solamente dotando de medios y espacios educacionales adaptados a esas nuevas metas; necesitamos de líneas de educación para nuestros hijos, estables, con expectativas de futuro, adaptando y mejorando modelos experimentados, incorporando sistemas, asignaturas, formas… que incentiven el despertar intelectual de los más jóvenes y, excluyendo todo aquello caduco que ha demostrado su nula aportación a la formación. También necesitamos de profesionales comprometidos, en continuo proceso de adaptación a las situaciones vivientes, emprendedoras, remuneradas justamente, con posibilidades de desarrollar una carrera profesional plena que quieran hacer de su vida un compromiso de prestación social, para mejorar un futuro que no debe ser tan lejano.
 
 
 

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